La transición a la madurez colorista Klimt ha descubierto (o inventado) una nueva mujer vienesa, un tipo muy concreto cuyas abuelitas fueron Judith y Salomé. Es encantadoramente viciosa, atractivamente pecaminosa, deliciosamente perversa." Existe un periodo de tiempo, de aproximadamente unos cinco años de duración, del cual no se conserva ninguno de los retratos que Klimt hacía por encargo. La mayoría de los existentes fueron destruidos al final de la Segunda Guerra Mundial por los nazis en su huida ante el avance de las tropas aliadas -como sucedió con Las novias o con los cuadros de las Facultades de Viena.- Queda muy patente la evolución del artista en su estilo si observamos las diferencias entre el Retrato de Adele Bloch-Bauer I, de 1907, y el retrato de la misma musa -llamado II-, de 1912. En algunas de las obras tardías de su periodo dorado ya se podía apreciar un cierto abandono de la perspectiva y la renuncia al uso de colores de fuerte contraste, denotando una clara influencia de los movimientos expresionistas y cubistas. En Dama con sombrero de plumas, de 1910, se puede ver ya a un artista muy diferente al de la época de esplendor del movimiento de la Secesión. Durante muchos años se pensó que los destellos que adornaban el fondo del lienzo eran reflejos que pretendían simular las luces lejanas de una ciudad. Pero la restauración del cuadro llevada a cabo en 1995 por Erhard Stöbe reveló que se trataban de detalles decorativos propios de las estampas japonesas, tan presentes en las obras de los impresionistas cuyas obras Klimt había podido observar de primera mano en su viaje a París y gracias a la exposición de fovistas celebrada en Viena en 1909. En algunas obras del austriaco se puede apreciar gran influencia de artistas como Monet, Van Gogh o Toulousse-Lautrec.
Una explosión de frescura y colorido Esta entrega el tributo a Gustav Klimt viene por partida doble, o más bien triple, pues para una de las obras he pintado dos versiones. Tanto mi homenaje a Mujer con abanico como mi particular Bailarina tienen elementos en común que llaman la atención a simple vista. La protagonista mis tres ilustraciones aparece engalanada con un vestido estampado en motivos orientales. Mientras las musas klimtianas portaban coloridas batas que, en una aparentemente incontrolada explosión cromática, pretendían imitar los ornamentos propios de los yukatas japoneses, mi musa inspiradora aparece ataviada con un kimono o vestido también de patrones de inspiración asiática, pero en este caso claramente definidos. De esta manera, he conseguido trasladarla a mi estilo más personal sin renunciar a ciertas reminiscencias que recuerdan a las obras originales. Hay varios elementos característicos del cuadro que he decidido cambiar en esta primera de las dos obras en cuestión, Mujer con abanico, tal y como sucedió a la hora de abordar el tributo a Las Novias. Al igual que sucedió con esta obra, el hecho disruptivo más reseñable se centra principalmente en la composición del fondo. Si en la ocasión anterior decidí reemplazar las estampas orientales usadas como referencia por Klimt por otra ornamentación inspirada en los mosaicos del Palacio Stoclet, en la presente los ornamentos elegidos para hacer la sustitución han sido unos pequeños motivos que aparecen como parte del fondo del Retrato de Adele Bloch-Bauer I, si bien he prescindido del oro tan característico para darle un aspecto más oleoso y en tonos amarillos más parecidos a la paleta original. No obstante, no he renunciado del todo a los motivos orientales de ésta, ya que los he reproducido de una forma más bien fidedigna como parte de la decoración del abanico. Por otra parte, mi musa si muestra sus pechos -uno para cada versión del cuadro-, a diferencia de la klimtiana, la cual lo tapa con su abanico de forma extrañamente pudorosa. En cuanto a La Bailarina, al igual que sucedía con la obra original he respetado la bidimensionalidad y la ausencia total de perspectiva, para ser fiel al estilo klimtiano en estas obras de su etapa tardía. Por otra parte, he prescindido de los elementos compositivos que conformaban el fondo del original. Aunque he de admitir que, en primer lugar, probé a pintar un fondo floral que tomara como referencia cierta esencia de la bailarina original. Obvié la mesilla, y la estampa japonesa de la pared, pero mi musa portaba su ramillete, el fondo estaba lleno de rosas y había una alfombra. No obstante, el resultado no me convencía demasiado -y muy probablemente permanezca inédito por mucho tiempo-, así que opté por llenar el fondo con una explosión de patrones geométricos coloridos inspirados en los paisajes que con tanto esmero pintó Klimt y que he pasado muy por alto en mi tributo. El resultado es mi Bailarina, que aquí se puede contemplar, y he de decir con modestia que es una de mis obras favoritas de cuantas componen este tributo.
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Agosto 2024
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