Por Juan Nepomuceno Tardé en abrir los ojos y despertar. Me encontraba de nuevo en el mismo lugar que al principio, sentado en el sillón una vez más sólo, envuelto en la penumbra de la oscuridad salpicada por la luz anaranjada que reflejaba la lluvia que caía sobre las baldosas de la calle. La oscuridad se adueñó de mi vida y el tiempo se fue diluyendo en la propia oscuridad convirtiéndose en una maraña confusa de horas, días, meses, años… La oscuridad monopolizó mi vida, devoró mi pasado, hipotecó mi futuro. En mi prisión apenas recibía la visita del añorado sol, casi no disfrutaba de luz natural, a la que siempre había amado. Quién no. Vivía en la planta baja de una calle estrecha y pendiente, de modo que en realidad no era un bajo al uso, sino que estaba situado un par de metros por encima del nivel de la calle, una especie de primera planta más baja de lo habitual. Mi pequeña prisión no ocupaba más de una docena de metros cuadrados, y mi único contacto con el exterior se limitaba a una ventana protegida por barrotes de hierro y orientada al sur, lo que significaba que durante el invierno se colaban entre los metálicos barrotes unos tímidos rayos de sol durante unos pocos minutos al mediodía. Proyectaban en la pared la sombra de los barrotes, haciendo que tuviese la sensación de estar encerrado en una prisión sin haber cometido ningún crimen. Aunque ni siquiera las casas que se levantaban a unos pocos metros cruzando la calle podían impedir que el sol alegrase mis tristes mañanas durante un breve lapso de tiempo.
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"El mundo se divide en dos categorías: los que tienen el revólver cargado y los que cavan. Y el western de Leone, el spaghetti, tocó el cielo con esta película. El Bueno, el Feo y el Malo, la tercera entrega de la trilogía del dólar y la última, vuelve a tener similares elementos que en las dos anteriores películas. Aparte de que en esta tercera peli se traslada el rodaje en exclusividad del poblado almeriense, añadiendo escenas rodadas en la sierra de Burgos, nos vuelve a contar un historia cruzada, la de tres pistoleros en busca de un botín de 200 mil dólares. Para conseguirlo, cada uno necesita la información que tienen los demás. Tardamos una hora de película en contemplar cómo los protagonistas descubren la existencia de los dólares y el lugar donde están esperando, de una forma casual, pero hasta ese momento, sabemos perfectamente quienes son los personajes que durante las siguientes casi dos horas van a compartir sus caminos y pelear su destino a base de disparos y picaresca. Sin embargo, en los personajes encontramos una gran evolución con respecto a las anteriores pelis. Tenemos al misterioso protagonista interpretado de nuevo por Eastwood, el rubio cuyo nombre desconocemos, un pistolero letal, cauteloso y frío como el acero. El villano no es ya el sádico que fue Volonté en las anteriores, sino que encontramos a Sentenza (Angel Eyes en la versión inglesa). Primera gran diferencia: Sentenza es la versión malvada del personaje misterioso de Eastwood. Poco se sabe de él, salvo que es un mercenario desalmado de sangre fría, en el fondo bastante parecido al bueno. Protagonista y antagonista son el mismo personaje al otro lado del espejo. ¿Pero qué pasa con el tercero? El tercero es, bajo mi punto de vista, el auténtico amo de la película. A pesar de que siempre va con el pie cambiado, y su suerte siempre parece ir a peor, Tuco Benedicto Pacífico Juan María Ramírez (Tuco para los colegas), es el personaje vertebrador de la historia, en torno al cual gira todo. Tuco es una innovación en cuanto a personajes en el western de Leone, es el contrapunto cómico, guarro, grosero, maleducado, casi salvaje, y pragmático y letal con la pistola (inolvidable la escena de la bañera, en la que dice "cuando se tiene un arma, se dispara" al bandido que no dejaba de hablarle sobre cómo lo iba a matar). La interpretación del incombustible Elli Wallach es inmensa, la más completa de la película, vemos como pasa de ser un bandido de poca monta que engaña a la ley compinchado con Rubio, a casi matar a éste en venganza por haberlo abandonado, para poco después convertirse en su salvador. Lo necesita para encontrar los dólares, pero su halo cambia de rastrero a bueno, sin que apenas nos demos cuenta. Al final de la película, los personajes han cambiado, ya no son tan buenos, feos y malos. Pero hay un cuarto personaje en la película, y quizás es el más importante de todos. "La guerra civil americana es un tema tabú porque su realidad es demente. Pero la verdadera historia de los Estados Unidos fue edificada sobre una violencia que ni la literatura ni el cine han mostrado jamás. Y yo desconfío siempre de la historia oficial. Sin duda porque crecí bajo el fascismo. He visto de qué manera era manipulada la historia." En efecto, la Guerra Civil estadounidense es el cuarto personaje. Al principio aparece lejana, por medio de los soldados sudistas que huyen del frente y gracias a los cuales Rubio escapa de Tuco en una ocasión. Más tarde, serán los sudistas los que revelan a la pareja la existencia y el paradero de los dólares. Poco a poco, de forma casi inadvertida, la historia de los tres personajes se enreda con la guerra, hasta que se ven metidos de lleno en ella, en el campo de concentración nordista donde Sentenza, ahora oficial de la Unión, descubre lo que se traen entre manos los otros dos. Desde ahí hasta el final, el destino de los tres está ligado al desarrollo de la contienda. Si quieren llegar hasta el cementerio de Sad Hill donde están enterrados los dólares, deberán tomar parte en la batalla volando el puente. El final de la película, en el centro del cementerio con las tumbas de centenares de soldados presenciando el grotesco espectáculo, la secuencia de Tuco corriendo hacia la tumba, más tarde de Rubio irrumpiendo en escena, y después del propio Sentenza (siempre apareciendo desde fuera de plano, sorprendiendo al espectador), son el preludio del apoteósico duelo a tres bajo el sol. El lenguaje visual, los planos alternos de los personajes que el director nos va acercando desde uno general al primerísimo tan característico, y esa recreación del momento previo a la batalla acompañada de la magnífica pieza de Ennio Morricone, componen un todo que hoy es por derecho propio historia con letras de oro del cine. Gente, después de soltaros la parrafada me he quedado más a gusto que si hubiese subido y bajado el Everest, y tras haber soltado menos de la mitad de la mitad de las cosas que quisiera decir de esta peli, sé que me puedo retirar al ladito de Arch Stanton. Ficha técnica: El Bueno, El Feo y El Malo (Il buono, il brutto, il cattivo) Italia, 1966. 161 minutos. Dirigida por Sergio Leone. Escrita por: Agenore Incrocci, Furio Scarpelli, Luciano Vincenzoni y Sergio Leone. Reparto: Clint Eastwood (Rubio), Lee Van Cleef (Sentenza), Elli Wallach (Tuco), Aldo Guiuffré, Mario Brega, Rada Rassimov, Luigi Pistilli, Aldo Sambrell y unos cuantos más. EL GRAN DICTADOR (The Great Dictator, 1940) Comedia, drama. 125 min. Director: Charles Chaplin. Con: Charles Chaplin, Paulette Goddard, Jack Ockie. Dicen que los grandes genios del cine mudo no supieron reconvertirse con la sonorización del medio, y sus éxitos pronto quedaron olvidados. Es fácil contradecir esta afirmación tomando como ejemplo "El Gran Dictador", posiblemente la obra maestra del genio Chaplin, y el más bello alegato anti-belicista que jamás se haya rodado. Un Chaplin genial y visionario quiso denunciar los autoritarismos que surgían en el mundo a mediados de la década de los 30, con la ascensión de Hitler, el nazismo y los fascismos europeos. El monólogo final de la película es posiblemente el más bello de la historia del cine. CON LA MUERTE EN LOS TALONES (Norht by northwest, 1959) Acción, aventuras, crimen. 136 min. Director: Alfred Hitchcock. Con: Cary Grant, Eve Marie Sant, James Mason. No lo digo porque sienta cierta admiración por el cine de Hitchcock, o porque Cary Grant sea uno de mis rostros cinematográficos predilectos. Lo digo porque objetivamente este es uno de los mejores thrillers que existen, una de las obras más reconocidas del genio del suspense. La interpretación de Grant es sencillamente memorable, el guión no da tregua, y el desenlace de la trama, como siempre en Alfred Hitchcock, es sencillamente insuperable. Es un clasicazo, si alguien no la ha visto, no debería perder la ocasión de hacerlo. 12 AÑOS DE ESCLAVITUD (12 Years a Slave, 2013) Biográfica, drama, histórica. 134 min. Director: Steve McQueen. Con: Chiwetel Ejiofor, Michael K. Williams, Michael Fassbender, Brad Pitt. No resulta sencillo ver esta película. Como todas las que hablan de guerra o esclavitud, hacer un acercamiento realista conlleva crear una cinta dura para almas sensibles. Pero contemplar la bajeza a la que puede llegar el ser humano es necesario para que no perdamos la poca humanidad que nos va quedando. Es difícil hacer una crítica de una película con cierta objetividad cuando aún se encuentra en cartelera, pues falta la perspectiva de ver la trayectoria que la película tendrá, pero puedo afirmar sin miedo a equivocarme que estamos ante uno de los mejores dramas que se hayan podido estrenar en la última década (a mi juicio, a la altura de El Pianista de Roman Polanski). Considero que 12 años de Esclavitud se trata de una película obligatoria, imprescindible. Cuenta la historia de Solomon Northup, interpretado por Chiwetel Ejiofor, un hombre libre que es secuestrado y vendido como esclavo en los años precedentes a la Guerra de Secesión, y su posterior lucha para conseguir que se haga justicia. Las interpretaciones de Ejiofor como Northup, y la de Michael Fassbender como el Amo Epps son candidatas a formar parte de la historia del cine. Una película que no dejará a nadie indiferente. EL GOLPE (The Sting, 1973) Comedia, crimen, drama. Director: George Roy Hill. Con: Paul Newman, Robert Redford, Robert Shaw. El Golpe es un mega clásico de la dupla de oro, Newman-Redford. Fue su segunda (y última) película después de Dos Hombres y un Destino. Pocos dúos han alcanzado la química en pantalla que tenían Newman y Redford, dos auténticos animales interpretativos. Esta comedia atípica de gángsters en la américa de la depresión cuenta la historia de dos timadores, Gondorf y Hooker (Newman y Redford respectivamente), que planean un golpe antológico para desplumar a un pez gordo que ha mandado asesinar a un viejo amigo de ambos. El Golpe es engaño en estado puro, una película capaz de jugar con el espectador hasta la última escena. Sublime. V DE VENDETTA (V for Vendetta, 2005) Acción, ciencia ficción, thriller. Director: James McTeigue. Con: Hugo Weaving, Natalie Portman, Rupert Graves, John Hurt, Stephen Rea. Puede ser que me cueste una denuncia por anarquista hacer apología de esta película, y tampoco voy a adelantar mucho de ella para quien no la haya visto. Solo daré unas breves orientaciones. Primera, esta sorprendente película es la adaptación del cómic de Alan Moore (guión) y David Lloyd (dibujos), del mismo título. Segundo, más que ciencia ficción es historia ficción, situada en una Inglaterra imaginaria donde gobierna una férrea dictadura fascista que accedió al poder de forma poco lícita. Tercero, escrito en los años ochenta, se parece sospechosamente a la sociedad en la que vivimos. Cuarto, es bastante probable que dentro de muy poco necesitemos un V en nuestras vidas. Quinto, si la ves, es imposible que te deje indiferente. Es una película necesaria e imprescindible para hacer una reflexión sobre nuestra sociedad actual y plantearse alternativas. "(...) Y durante un momento llegué al punto del éxtasis al que siempre había querido llegar; a ese paso completo a través del tiempo cronológico camino de las sombras sin nombre; al asombro en la desolación del reino de lo mortal con la sensación de la muerte pisándome los talones, y un fantasma siguiendo sus pasos y yo corriendo por una tabla desde la que todos los ángeles levantan el vuelo y se dirigen al vacío sagrado de la vacuidad increada, mientras poderosos e inconcebibles esplendores brillan en la esplendente Esencia Mental e innumerables regiones del loto caen abriendo la magia del cielo. Oía un indescriptible rumor hirviente que no estaba en mi oído sino en todas partes y no tenía nada que ver con el sonido. Comprendí que había muerto y renacido innumerables veces aunque no lo recordaba porque el paso de vida a muerte y de muerte a vida era fantasmalmente fácil; una acción mágica sin valor, lo mismo que dormir y despertar millones de veces, con una profunda ignorancia totalmente casual. Comprendí que estas ondulaciones de nacimiento y muerte sólo tenían lugar debido a la estabilidad de la Mente intrínseca, igual que la acción del viento sobre la superficie pura, serena y como de un espejo del agua. Sentí una dulce beatitud oscilante, como un gran chute de heroína en plena vena; como un trago de vino al atardecer que hace estremecerse; mis pies vacilaron. Pensé que iba a morir de un momento a otro." El final del camino es el principio mismo del camino, ya empiece y acabe en Nueva York, o San Francisco, o Denver, o Jódar, lo mismo da. Porque el camino es un ciclo, como lo es la vida misma, y para recorrerlo hay que pasar por todas la fases, hacer todas las paradas. El camino es eterno y a la vez finito, siempre contradictorio, lo mismo da. Lo que importa realmente no es el viaje en sí, no las vivencias que se van acumulando y conforman el bagaje de nuestra existencia, los excesos y errores que podamos cometer y que pesan a veces como losas en la conciencia, los sentimientos experimentados, las muertes, reales o simbólicas, que arrastramos en el tiempo, o las lágrimas que derramamos, en algunas ocasiones sin saber por qué se derraman (de tristeza y felicidad mezcladas tal vez, por lo que fuimos, somos y seremos, por lo que vivimos, soñamos, imaginamos, deseamos y leímos; contradictorias como la vida misma). "On the road" no es un libro bueno. Es mucho más. Es mágico, trascendental, revelador... Es, sobre todo, inmortal. Lo que importa en el camino no es, en realidad, nada de todo esto, sino con quién haces el camino. Hacía tiempo que andaba dándole vueltas a la posibilidad de leer "En el camino", según tenía entendido, la obra maestra de Jack Kerouac (ahora he visto por ahí que tiene un libro que muchos consideran su mejor obra, "Los vagabundos del Dharma"). Supongo que, en cierto modo "ON" de realidad subconsciente, estaba esperando a que me llegase el momento oportuno en la vida para leerlo, y hace unas semanas, en pleno viaje "on the road" (a mi manera) supe de algún extraño modo que había llegado ESE momento. Alrededor de 1000 kilómetros y 364 páginas después, he encontrado ESO que Sal Paradise y Dean Moriarty anduvieron buscando a lo largo y ancho de EE.UU. y México, y simplemente voy a tratar de convenceros para que os atreváis a leer esta magnífica obra de Kerouac. Es muy complicado hablar de Kerouac y de "En el camino" sin caer en tópicos ni repetir hasta la saciedad lo que ya se ha dicho y seguramente habréis leído. Que se ha convertido en un libro de culto, la "biblia" de la generación beat, un clásico de la literatura norteamericana... Los protagonistas del libro son personajes basados en los autores de la generación beat, los hipsters, los precursores del movimiento hippie (especialmente Cassady, el beatnik por excelencia, "un demente, un ángel, un pordiosero"). El narrador de la historia, Sal Paradise, no es otro que el alter ego de propio Kerouac. Pero el auténtico protagonista, el polo de atención en torno al cual gira la acción y sobre el cual versan la mayor parte de las reflexiones de Sal, es Dean Moriarty, basado en el escritor Neal Cassady, compañero de aventuras de Kerouac. También aparecen, aunque con un protagonismo más secundario, Allen Ginsberg (en el libro es Carlo Marx) y Wiliam Burroughs (Bull Lee en la ficción), y algún otro. Todos ellos fueron los principales autores de esta generación literaria que renovó el panorama e influyó de un modo muy importante en las generaciones posteriores, siendo una referencia para movimientos como el hippie, los de liberación feminista o de los negros, y también para artistas como Bob Dylan, Jim Morrison, Janis Joplin o Patti Smith entre otros. Como carta de presentación no está nada mal. Sal Paradise es un aspirante a escritor neoyorquino que recorre el territorio estadounidense entre 1947 y 1949, acompañado casi siempre por Dean Moriarty. De Nueva York a Denver, San Francisco, Los Ángeles, Nueva Orleans, Ciudad de México, y siempre volviendo a Nueva York. Son unos tipos fuera del sistema, inmersos en un submundo de alcohol, música de jazz, sexo desenfrenado, drogas, ansias y disfrute de la libertad fuera de toda norma, pero siempre envueltos en una deriva personal y angustia existencial que los marcan profundamente sumiéndolos en una duda perpetua por la futilidad de la existencia. Kerouac hace un retrato sincero e insospechado de unos Estados Unidos underground, dibuja una nación subterránea, desinhibida y ante todo auténtica. "En el camino" es puro jazz, auténtico bop (no obstante, a Kerouac se le conocía como el "heredero de Charlie Parker"). Es un libro de lectura frenética, de hecho el propio Kerouac trabajaba horas y horas sin descanso escribiendo sobre un rollo continuo de papel para no hacer interrupciones, trascribiendo las notas que tomaba en su cuaderno durante las aventuras junto a Cassady y los otros beats. Es una obra mágica, reveladora, a la cual cada uno debe darle su propia interpretación. Después de disfrutarla con calma, devorándola milla a milla, no sé si tengo algo de Sal o de Dean, o si tengo algo de los dos, porque creo firmemente que todos llevamos dentro algo de ambos personajes aunque no lo sepamos o no nos atrevamos a sacarlo fuera... Pero después de leerlo sí creo haber encontrado ESO que Sal y Dean buscaban... Si después de todo esto aún no os he convencido del todo para leer "En el camino", sinceramente no sé qué más añadir. No obstante podría hacerlo, pero me resisto a dar mi valoración personal y final sobre el libro, porque es, sobre todo, personal, y creo que cada cual debe leerlo y después expresar lo que le ha hecho sentir. Desde aquí, os invito a que lo leáis, y después de hacerlo, releáis este post (os aseguro que algunos detalles cobrarán otro sentido) y me contéis entonces qué os ha parecido la novela. Intercambiaremos entonces nuestra idea de ESO que todos andamos buscando en la vida.
Hace unos días recomendé un par de libros en este espacio, y prometí (o amenacé, ya no sé bien de qué se trata) que volvería a la carga con alguna recomendación cinematográfica. Para no enrollarme mucho, simplemente os voy a hablar de dos películas que tenéis que ver sí o sí. ¡A qué esperáis! DJANGO DESENCADENADO - Quentin Tarantino, 2012. 2h y 45 min. Aventuras, Western, Drama. Guión: Quentin Tarantino. Reparto: Jamie Foxx, Christoph Waltz, Leonardo DiCaprio, Kerri Washington, Samuel L. Jackson. ¿Qué voy a decir de Quentin Tarantino que no suene manido? Si lo has intentado y no te gusta su cine, no pierdas un minuto viendo una de sus pelis. Si, como es mi caso, te gusta, puedes estar seguro de que nunca te decepcionará. Django Desencadenado es un frenético espectáculo visual, humorístico (es quizás su película más divertida, a pesar de que tiene momentos muy duros) y violento, una auténtica casquería al más puro estilo Tarantino (tanta sangre como en Kill Bill, o más). King Schultz (Christoph Waltz) es un cazarrecompensas que recorre el viejo oeste americano un par de años antes de la guerra civil (1858). Para liquidar a tres fugitivos precisa la ayuda de Django (Jamie Foxx), un esclavo negro a quien promete la libertad si le acompaña en su misión. Django se convertirá, junto a Schulz, en la pistola más rápida del oeste, siendo su principal objetivo rescatar a su mujer Broomhilda (Kerry Washington), esclava del hacendado Calvin Candie (Leonardo DiCaprio). Con estas premisas, Tarantino construye un western de metraje casi eterno (más de dos horas y media) que, sin embargo, no se hace nada pesado, sino todo lo contrario. Aparte del baño de acción y sangre ya habitual en el cine de Tarantino, y de los puntos de comedia realmente brillantes, destaca sobre todo la honda reflexión, descarnada y dura casi siempre, que el trasfondo de la película ofrece sobre la esclavitud y los derechos de los negros en los EE.UU., y que encarna como nadie el genial actor Christoph Waltz, con una actuación brillante. Os dejo el trailer aquí debajo, no la dejéis escapar, es una película imprescindible. EL VERANO DE KIKUJIRO - Takeshi Kitano, 1999. 2h y 1 min. Drama, Comedia. Guión: Takeshi Kitano. Reparto: Takeshi Kitano, Yusuke Sekiguchi, Kayodo Kishimoto. El japonés Takeshi Kitano es otro director, al igual que Tarantino, que impregna sus películas de violencia explícita. En España lo conocimos por ser el creador de Takeshi's Castle (más conocido aquí como Humor Amarillo). Comenzó su carrera como cómico y fue evolucionando hasta convertirse en un director bastante interesante, hoy reconocido internacionalmente. Su cine suele girar en torno a la mafia Yakuza o la policía, u otros submundos impregnados de violencia, haciendo casi siempre filmes sombríos y oscuros que dejan entrever profundos dilemas. Sus películas más conocidas son Flores de fuego, Brother o Zatoichi. Sin embargo, El verano de Kikujiro es una película que nada tiene que ver con lo comentado anteriormente. Se trata de una deliciosa película apta para toda la familia, una grata sorpresa dentro de la filmografía de un tipo tan particular como Kitano. Cuenta la historia de Masao (Yusuke Sekiguchi), un niño de 6 años que vive con su abuela y añora a su madre, quien lo abandonó tiempo atrás con la excusa de que marchaba para buscar trabajo. Mientras emprende la huida, un vecino, Kikujiro (Takeshi Kitano), un antiguo miembro de la Yakuza, se ofrece para hacerse cargo del niño obligado por su mujer. Lejos de su intención de retener al crío, se ve obligado a recorrer el país como una especie de guardián del niño en la tarea de encontrar a su madre. Es una película deliciosa, tierna, divertida, casi poética... Una pequeña joya que vale la pena descubrir. Os dejo debajo como ejemplo una pequeña escena. No os podéis perder la película. Capítulo VIII. En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero: -La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. -¿Qué gigantes? -dijo Sancho Panza. -Aquellos que allí ves -respondió su amo- de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. -Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino. -Bien parece -respondió don Quijote- que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquellos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes, iba diciendo en voces altas: -Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caballero es el que os acomete. Levantóse en esto un poco de viento y las grandes aspas comenzaron a moverse, lo cual visto por don Quijote, dijo: -Pues, aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo, me lo habéis de pagar. Y, en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante; y, dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acudió Sancho Panza a socorrerle, a todo el correr de su asno, y cuando llegó halló que no se podía menear: tal fue el golpe que dio con él Rocinante. -¡Válame Dios! -dijo Sancho-. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? -Calla, amigo Sancho -respondió don Quijote-, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas, al cabo al cabo, han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada. -Dios lo haga como puede -respondió Sancho Panza. Y, ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba. Y, hablando en la pasada aventura, siguieron el camino del Puerto Lápice, porque allí decía don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy pasajero; sino que iba muy pesaroso por haberle faltado la lanza... -Una vez, un rey celebró una fiesta, a ella fueron las princesas más bellas del reino. Bueno, un soldado que hacía la guardia vio pasar a la hija del rey, era la más bella de todas. Y se enamoró enseguida, pero qué podía hacer el pobre soldado en comparación con la hija del rey... En fin, un buen día, consiguió hablar con ella, y le dijo que no podía vivir sin estar a su lado. La princesa quedó tan impresionada por sus fuertes sentimientos que le dijo al soldado: "Si consigues esperar cien días y cien noches bajo mi balcón, al final, seré tuya". Y a partir de ese instante, el soldado se fue allí y la esperó un día, y dos días, y diez, y luego veinte, y cada noche la princesa observaba desde su ventana, pero él no se movía nunca, con la lluvia, con el viento, con la nieve. Él siempre estaba allí, los pájaros se le cagaban encima, y las abejas se lo comían vivo, pero él no se movía. Después de noventa días, estaba tremendamente delgado, pálido, al pobre le resbalaban las lágrimas de los ojos, ya no podía contenerlas, no le quedaban fuerzas para esperar. Mientras la princesa seguía observando. Él, al llegar la noche noventa y nueve, se incorporó, cogió la silla, y se largó de allí. -¿No me digas, al final? -Sí, justo al final, Totó, y no me preguntes cuál es el significado, yo no lo sé. Si lo entiendes, dímelo tú... Aunque podáis pensar que lo hago con cierta frecuencia, no soy muy dado a hacer recomendaciones literarias o cinematográficas en este rinconcito. No soy muy dado a ello porque, en realidad, si recomendase todo aquello que me parece digno de ser recomendado quizás colgase un post diario. Tal vez varios. Sería demasiado hasta para mí. Viendo que el mes de julio se acaba y aún no he tenido tiempo para escribir nada nuevo por aquí (no es que esté parado, ciertamente estoy haciendo muchas cosas), he decidido escribir sobre una película que es, a mi juicio, una de las obras maestras del cine moderno. Para los que nos consideramos amantes del cine, Cinema Paradiso es una cinta mágica. En mi opinión, es una maravilla de película, la más bella que jamás he visto. Alfredo y Totó son dos personajes inolvidables, es una historia que emociona a todo aquel que ama el cine, y el final es... sin exagerar, uno de los mejores finales de la historia del cine, sin nada que envidiar al final de películas como Casblanca o el Padrino. No perdáis el tiempo pensando qué película vais a ver esta noche. Si ya la habéis visto, sé que repetiréis. Si no la habéis visto aún, hacedme caso, no os vais a arrepentir. Pinchad aquí. "MAJESTUOSO, el orondo Buck Mulligan llegó por el hueco de la escalera, portando un cuenco lleno de espuma sobre el que un espejo y una navaja de afeitar se cruzaban. Un batín amarillo, desatado, se ondulaba delicadamente a su espalda en el aire apacible de la mañana. Elevó el cuenco y entonó:
-Introibo ad altare Dei. Se detuvo, escudriñó la escalera oscura, sinuosa y llamó rudamente: -¡Sube, Kinch! ¡Sube, desgraciado jesuita! Solemnemente dio unos pasos al frente y se montó sobre la explanada redonda. Dio media vuelta y bendijo gravemente tres veces la torre, la tierra circundante y las montañas que amanecían. Luego, al darse cuenta de Stephen Dedalus, se inclinó hacia él y trazó rápidas cruces en el aire, barbotando y agitando la cabeza. Stephen Dedalus, molesto y adormilado, apoyó los brazos en el remate de la escalera y miró fríamente la cara agitada barbotante que lo bendecía, equina en extensión, y el pelo claro intonso, veteado y tintado como roble pálido. Buck Mulligan fisgó un instante debajo del espejo y luego cubrió el cuenco esmeradamente. -¡Al cuartel! dijo severamente. Añadió con tono de predicador: -Porque esto, Oh amadísimos, es la verdadera cristina: cuerpo y alma y sangre y clavos de Cristo. Música lenta, por favor. Cierren los ojos, caballeros. Un momento. Un pequeño contratiempo con los corpúsculos blancos. Silencio, todos. Escudriñó de soslayo las alturas y dio un largo, lento silbido de atención, luego quedó absorto unos momentos, los blancos dientes parejos resplandeciendo con centelleos de oro. Cnsóstomo. Dos fuertes silbidos penetrantes contestaron en la calma. -Gracias, amigo, exclamó animadamente. Con esto es suficiente. Corta la corriente ¿quieres? Saltó de la explanada y miró gravemente a su avizorador, recogiéndose alrededor de las piernas los pliegues sueltos del batín. La cara oronda sombreada y la adusta mandíbula ovalada recordaban a un prelado, protector de las artes en la edad media. Una sonrisa placentera despuntó quedamente en sus labios. -¡Menuda farsa! dijo alborozadamente. ¡Tu absurdo nombre, griego antiguo! Señaló con el dedo en chanza amistosa y se dirigió al parapeto, riéndose para sí. Stephen Dedalus subió, le siguió desganadamente unos pasos y se sentó en el borde de la explanada, fijándose cómo reclinaba el espejo contra el parapeto, mojaba la brocha en el cuenco y se enjabonaba los cachetes y el cuello. La voz alborozada de Buck Mulligan prosiguió: -Mi nombre es absurdo también: Malachi Mulligan, dos dáctilos. Pero suena helénico ¿no? Ágil y fogoso como el mismísimo buco. Tenemos que ir a Atenas. ¿Vendrás si consigo que la tía suelte veinte libras? Dejó la brocha a un lado y, riéndose a gusto, exclamó: -¿Vendrá? ¡El jesuita enjuto! Conteniéndose, empezó a afeitarse con cuidado. -Dime, Mulligan, dijo Stephen quedamente. -¿Sí, querido? -¿Cuánto tiempo va a quedarse Haines en la torre? Buck Mulligan mostró un cachete afeitado por encima del hombro derecho. -¡Dios! ¿No es horrendo? dijo francamente. Un sajón pesado. No te considera un señor. ¡Dios, estos jodidos ingleses! Reventando de dinero e indigestiones. Todo porque viene de Oxford. Sabes, Dedalus, tú sí que tienes el aire de Oxford. No se aclara contigo. Ah, el nombre que yo te doy es el mejor: Kinch, el cuchillas. Afeitó cautelosamente la barbilla. -Estuvo desvariando toda la noche con una pantera negra, dijo Stephen. ¿Dónde tiene la pistolera? -¡Lamentable lunático! dijo Mulligan. ¿Te entró canguelo? -Sí, afirmó Stephen con energía y temor creciente. Aquí lejos en la oscuridad con un hombre que no conozco desvariando y gimoteando que va a disparar a una pantera negra. Tú has salvado a gente de ahogarse. Yo, sin embargo, no soy un héroe. Si él se queda yo me largo. Buck Mulligan puso mala cara a la espuma en la navaja. Brincó de su encaramadura y empezó a hurgarse en los bolsillos del pantalón precipitadamente. -¡A la mierda! exclamó espesamente. Se acercó a la explanada y, metiendo la mano en el bolsillo superior de Stephen, dijo: -Permíteme el préstamo de tu moquero para limpiar la navaja. Stephen aguantó que le sacara y mostrara por un pico un sucio pañuelo arrugado. Buck Mulligan limpió la hoja de la navaja meticulosamente. Luego, reparando en el pañuelo, dijo: -¡El moquero del bardo! Un color de vanguardia para nuestros poetas irlandeses: verdemoco. Casi se paladea ¿verdad? Se montó de nuevo sobre el parapeto y extendió la vista por la bahía de Dublín, el pelo rubio roblepálido meciéndose imperceptiblemente. -¡Dios! dijo quedamente. ¿No es el mar como lo llama Algy: una inmensa dulce madre? El mar verdemoco. El mar acojonante. Epi oinopa ponton. ¡Ah, Dedalus, los griegos! Tengo que enseñarte. Tienes que leerlos en el original. Thalatta! Thalatta! Es nuestra inmensa dulce madre. Ven a ver." Hoy es 16 de junio, el Bloomsday. A disfrutarlo en salud. Os presento un fragmento literario de un pequeño libro muy interesante:
"Kino se movía con cautela, para que el agua no se enturbiase por obra del lodo ni de la arena. Afirmó los pies en el lazo de su piedra, y sus manos trabajaron con rapidez, arrancando las ostras, algunas aisladas, otras en racimos. Las ponía en su cesta. En algunos sitios, las ostras se adherían unas a otras, de modo que salían juntas. Los paisanos de Kino habían cantado ya a todo lo que sucedía o existía. Habían hecho canciones a los peces, al mar embravecido y al mar en calma, a la luz y a la oscuridad y al sol y a la luna, y todas las canciones estaban en Kino y en su gente, todas las canciones que habían sido compuestas, aun las olvidadas. La canción estaba en Kino cuando llenaba su cesta, y el ritmo de la canción era el de su corazón batiente que devoraba el oxígeno del aire de su pecho, y la melodía de la canción era la del agua gris verdosa y los animales que se escabullían y las nubes de peces que pasaban velozmente por su lado y se alejaban. Pero en la canción había una cancioncilla interior oculta, difícil de percibir, aunque siempre presente, dulce y secreta y pegajosa, casi escondida en la contramelodía, y era la Canción de la Perla Posible, pues cada una de las conchas puestas en la cesta podía contener una perla. Las probabilidades estaban en contra, pero la fortuna y los dioses podían estar a favor." No suelo hacer recomendaciones literarias casi nunca, porque pienso que cada cual debe leer lo que le apetezca, y porque no suelo ser una persona a quien convenzan las recomendaciones literarias de otros, salvo contadas excepciones. Pero hoy va a ser un día diferente. Si tenéis ocasión de leer "La Perla", de John Steinbeck, os recomiendo que no la dejéis escapar. Es un libro cortito, pero no tiene desperdicio. Y, como Kino, no dejéis de escuchar esas canciones que a veces tenemos todos dentro de la cabeza. "Mucho tiempo atrás, los sueños se habían erigido como la tabla de salvación a la que agarrarse para disfrutar del alivio que proporcionaba enfrentarse a una realidad falsa que amenazaba con ser irremediablemente asfixiante, asfixiantemente irremediable. Otra excusa más, tan válida como cualquiera, para cumplir un trámite obligatorio, como quien siembra una planta y se siente moralmente obligado a supervisar su crecimiento, proporcionándole las horas de sol necesarias, regándola cuantas veces sea preciso, sustituyendo el tiesto por otro de mayores dimensiones cuando las raíces no tienen espacio suficiente en el que seguir desarrollándose, cambiando la tierra para renovar los nutrientes que han de alimentar a ese ser vivo cuya existencia pasa tan desapercibida, moldeándola con la espátula hasta conseguir que se ajuste al nuevo recipiente, ensuciándose las manos de esa tierra tan húmeda y negra como la propia realidad. Alguien que se olvida de la asfixiante realidad que le atormenta y se refugia mimando a esa planta que, en su momento de mayor esplendor, será una flor refulgente, bella, suave y deliciosamente aromática, pero que terminará marchitándose en apenas unos días. Como la flor que, de repente, estaba plantada en mitad del descampado. Sola en mitad de la nada más desangelada que cualquiera pudiera imaginar. Desamparada en aquel lugar, rodeada por algunas pocas hierbas silvestres que crecían a sus anchas y cercada por caminos marcados en polvo, barro y rocas, por donde ocasionalmente algunos cruzábamos aquel páramo indeseable y olvidado. Olvidada, aburrida, con el único panorama frente a sí del vetusto muro de piedra que circundaba el lugar y que amenazaba con derrumbarse invierno tras invierno, cada vez que las lluvias y el frío lo azotaban, dejándolo agotado, hastiado, vencido. O de las próximas pero inalcanzables fachadas laterales y traseras de los edificios que constituían la última frontera conocida entre el barrio y la nada, descuidadas, desconchadas o agrietadas en la mayoría de los casos. Sostenía una regadera en las manos, y me disponía a regar aquella solitaria flor. Resultaba extraño sentir aquella situación como tremendamente familiar, cercana. Un desconcertante déjà vu que arrasaba mis pensamientos como un tornado en mitad de la planicie del medio oeste americano. Las gotas de agua caían sobre la flor, rebotando sobre los pétalos, haciendo que los estambres se agitasen, y chorreando hasta que el suelo detenía su avance, humedeciendo la tierra circundante sobre la que había arraigado la flor. Después de observar en silencio cómo la luz del sol hacía que los pétalos humedecidos brillasen radiantes, me alejé un par de metros y me acerqué a la roca grande que permanecía un día más en aquel lugar. Sobre la roca había un bloc de dibujo. Busqué por el suelo intentando encontrar los lápices que había dejado tirados el día anterior, y encontré uno de ellos junto a la flor. Del otro, ni rastro. Observé de nuevo la flor, y noté que se estaba marchitando, así que cogí la regadera y volví a verter unas gotas de agua sobre ella. Caminé hasta la roca, me senté, y comencé a hacer un esbozo que, unos minutos más tarde, se parecía a la flor que había estado cuidando. Pero la flor dibujada, grisácea y monótona, plana e inanimada, difuminada y apenas insinuada sobre el papel, no podía reflejar la belleza que poseía la flor real. Arranqué la hoja, hice una bola con ella, y la arrojé al suelo. Cayó a los pies del perro callejero, que había vuelto a seguir mis pasos, sigiloso, sin llamar mi atención, tanto que su presencia, hasta aquel momento, había pasado desapercibida para mí. Al bajar el papel y mirar la flor, observé que, de nuevo, parecía estar marchitándose. Solté el bloc sobre la roca y me acerqué hasta la flor para volver a regarla. La flor recibió el chorrito de agua y pareció recuperar parte de su esplendor perdido. Una vez que volví a la roca, me senté, cogí el bloc y comencé a esbozar otra flor, intentando reflejar la belleza que difícilmente podría conseguir plasmar con un simple lápiz sobre un triste trozo de papel. Observé el dibujo final, los pliegues de la flor, el juego de luces y sombras, el tallo que se alargaba hasta el límite del papel. Irreal, sin sentimientos. Un revoltijo de luces y sombras, nada más. Arranqué la hoja del bloc y la tiré al suelo, cayendo cerca de donde permanecía sentado el perro, observándome con curiosidad. Dirigí mi mirada hacia la flor, y nuevamente mostraba signos evidentes de que su lozanía estaba marchitándose. Me levanté y solté el bloc sobre la roca, con la intención de volver a regar la flor. Caminé el corto trecho que me separaba de ella, y el chucho me siguió. ¿Qué pasa contigo, es que te has empeñado en estropear este momento?, le pregunté a la flor. Idiota, ¿no te das cuenta de que si sigues así, acabarás echándola a perder?, dijo el perro…
Abrí los ojos y me sentí flotando en mitad de la oscuridad. La ventana estaba cerrada, y la luz de la mañana no podía penetrar en el interior del cuarto. Miré hacia la mesita de noche, buscando el despertador, y sus agujas fluorescentes me indicaron que aún no eran las siete de la mañana. Sería mejor cerrar los ojos y dormir un rato más. Me había despojado de la obligación de ir a clase, aunque solo fuese un privilegio pasajero, pensé…" |
Juan NepomucenoArte digital, pintura e ilustración, diseño gráfico, murales... Me dedico a todo esto... y a mucho más. Llega "El año en que murió Freddie" mi primer libro de la mano de Domiduca Libreros. ¡No te quedes sin él"
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