Debía ser un niño de unos 11 o 12 años cuando descubrí en un libro de texto una ilustración que me produjo una sensación de turbación y desasosiego como hasta ese momento de mi vida no había experimentado jamás observando una obra de arte. Se trataba de un cuadro (famoso) de finales del siglo XIX que desplegaba una variedad cromática que transitaba desde tonos entre anaranjados y terrosos hasta otros más azulados y verdosos. En él se podía presenciar una escena sobrecogedora: sobre el fondo de trazos hiper-sencillos se podía vislumbrar una especie de ensenada (años después descubrí que se trataba de un fiordo), un paisaje imposible de dilucidar si era urbano o rural, y un puente cruzado por varias figuras. Al fondo, la silueta de dos hombres que se alejaban del elemento principal, y atrayendo toda la atención, en el centro mismo del cuadro, un fantasmagórico ente de piel verdosa que miraba al espectador gritando angustiado mientras se llevaba las manos a la cara al tiempo que su cuerpo oscuro se retorcía alcanzando la parte más baja del lienzo. Durante un tiempo llamé inocentemente a aquella obra "el Susto". Sin saberlo aún, acababa de descubrir a Munch. Veo a todo el mundo bajo sus máscaras, caras sonrientes, sumisas, cadáveres blanquecinos... que se escapan incansablemente a lo largo de un camino tortuoso que lleva a la tumba." Durante las últimas semanas los medios de comunicación de este país han llenado minutos y páginas hablando de la flamante exposición sobre el pintor noruego que se está llevando a cabo en el Museo Thyssen-Bornemisza. Así que cualquier cosa que explique al respecto de la figura histórica y pictórica de Edvard Munch va a sobrar, dado que personalidades mucho más versadas en el tema ya lo habrán hecho. Pero no puedo dejar escapar la ocasión de dedicar unas líneas de este espacio para relatar las impresiones que me ha causado visitar MUNCH ARQUETIPOS pocos días después de su inauguración. Es difícil calificar a Munch con adjetivos que no se hayan utilizado ya, y que caen como una cascada de sensaciones sobre quien presencia sus cuadros. Precisamente la organización de la exposición juega con un aluvión de conceptos relacionados con la obra del noruego, que acompañan al visitante durante más de 80 obras, la mayoría de ellas realmente complicadas de ver para el aficionado a la pintura salvo que se viaje hasta Oslo. Melancolía, agitación, añoranza, ansiedad, incomunicación, perplejidad, orgullo, muerte, amargura, desolación, sosiego, serenidad, pánico, desasosiego, zozobra, espanto, feminidad, deleite, euforia, melodrama, agonía, arrepentimiento, despecho, culpa, amor, compenetración, atracción, incertidumbre, obsesión, sumisión, sufrimiento, nocturnidad, desconfianza, extrañeza, sobrecogimiento, vitalismo, complacencia, esperanza, frenesí, relajación, satisfacción, desnudez, armonía, curiosidad, fascinación, languidez, rubor... son tan solo algunos de los centenares de arquetipos que envolverán al visitante que pasee entre los cuadros y grabados de Munch, y que de un simple vistazo dan una idea general del turbador universo que rodeaba al pintor. Hasta el 17 de enero de 2016 se puede visitar la exposición MUNCH ARQUETIPOS en las salas del Museo Thyssen-Bornemisza, en el Paseo del Prado de Madrid. Para expertos o aficionados a la pintura, o simplemente para curiosos. Ser profano en el tema pictórico no supone un impedimento para acercarse a la obra de uno de los pintores (posiblemente) más impactantes de la historia del arte, alguien que ha conseguido que sus obras se conviertan en iconos mundiales inmortales. Si tenéis la ocasión, os animo a que os acerquéis. ¡Un saludo!
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Juan NepomucenoArte digital, pintura e ilustración, diseño gráfico, murales... Me dedico a todo esto... y a mucho más. Llega "El año en que murió Freddie" mi primer libro de la mano de Domiduca Libreros. ¡No te quedes sin él"
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