Libertad y colorismo tardíos
A pesar de que sus motivos siguen siendo los mismos, pues no hay nada más importante para Klimt que la mujer, y la representación de esta en todas sus dimensiones colma su producción artística, podemos apreciar en las obras de esta etapa final un cambio sustancial en la paleta de colores, en el estilo y en las influencias. Se nos presenta aquí un Klimt claramente más calmado. Los mosaicos, los ornamentos dorados y las estampaciones barrocamente cargadas han dado paso a un uso del color más sosegado y en armonía cromática con el contenido. Los motivos bizantinos que tan presentes estaban en su obra anterior han ido dejando paso a influencias principalmente asiáticas, tal y como había sucedido en décadas anteriores con los artistas del movimiento impresionista (por ejemplo, véanse las obras de Vincent van Gogh o Claude Monet). En Las novias, el fondo en tono rosáceo degradado está adornado con unas aves de un evidente estilo japonés. No es la única obra de Klimt en que podemos notar esta influencia, pues con anterioridad se había servido de este estilo en los retratos de Adele Bloch-Bauer (de 1912), Eugenia Primavesi y la baronesa Elisabeth Bachofen-Echt (ambas obras de 1914) o en el más tardío retrato de Frierike Marie Beer (de 1916). No obstante, ninguna de las obras mencionadas anteriormente desborda tanta sensualidad y erotismo como Las Novias, pintada en óleo sobre lienzo en formato cuadrado de un metro de dimensiones. Klimt deja de lado la versión de retratista de esposas burguesas, tan lucrativa para él en sus últimos años, y retorna al motivo del amor lésbico que tan importante había sido en algunas de sus obras magnas (Serpientes acuáticas II o Sangre de Pez son grandes ejemplos de ello). Las dos amantes dirigen su mirada al espectador del cuadro, la que aparece en primer plano, ataviada con un vestido de estilo moderno para su época, rompiendo con las convenciones de la moda más clásica y represiva para la mujer; la otra amante, la que aparece en segundo plano, apoyando cariñosamente la cabeza en su compañera, nos mira totalmente desnuda. Las líneas onduladas características del Art Nouveau no hacen sino acentuar la sensualidad de la obra. Hay una cuestión que no quisiera pasar por alto. Mientras preparaba este texto he estado consultando algunas obras y publicaciones sobre la materia, algunas de las cuales conocía desde hace tiempo, y otras tantas que he ido descubriendo sobre la marcha. Me ha llamado la atención que en las publicaciones traducidas o escritas en español siempre hacen mención a la obra como "Las amigas", cuando la traducción más correcta del título original "Die Freundinnen" debería ser "Las novias" o "Las mujeres novias". No puedo evitar ser mal pensado y ver detrás de esto una especie de mala fe censora que, en algún momento del siglo pasado, ha mostrado ninguna tolerancia con la expresión libre del amor entre personas del mismo sexo. Por cierto, esta obra no se puede visitar en ningún museo, ni pertenece a colección privada alguna, pues al final de la Segunda Guerra Mundial fue destruida, junto a otras obras del propio Klimt y de otros artistas, en el incendio del Castillo de Immendorf, provocado por las tropas nazis en su huida por el avance de las tropas aliadas. Otro ejemplo del caos causado por la intolerancia y los totalitarismos. Colorismo y sensualidad sin límites Al igual que sucedía con otras obras de esta serie de homenajes, la influencia klimtiana a la hora de abordar las relaciones amorosas queda patente, y el resultado final trata de tomar prestado parte de ese enfoque cercano e intimista a las modelos que inspiran la obra. En este caso se trata de un doble tributo, dos enfoques de una misma pareja. Las protagonistas, al igual que en la obra homenajeada, son una pareja de chicas. En el primero de los cuadros, mientras una de ellas se sitúa en un discreto segundo plano, mirando al espectador, la otra se desnuda relajadamente ante quien la mira. Los papeles se invierten con respecto a la obra original, en la que era la chica en segundo plano la que aparecía desnuda. En la segunda de las obras hay un cambio de roles con respecto a la primera parte de este tributo, donde era la chica en primer plano la que se desnudaba. Ahora es la chica en segundo plano la que se desnuda ante el espectador. Pero, en esta segunda parte de mi tributo, ninguna de las dos mira directametne a espectador. De hecho, la chica morena da la espalda de forma abierta. Esta inversión de roles se suma a otra diferencia con respecto a la obra de Klimt, y es que he mantenido cierta distancia entre las chicas, que no apoyan entre sí sus cuerpos como sí sucedía en la obra original. Hay otro hecho diferenciador con respecto a la obra original. Una cuestión doble. Por una parte, tenemos el estampado de los ropajes que visten las chicas. Si bien he respetado en parte la estética del vestido original que llevaba puesto la chica vestida del cuadro original (en este caso, convertido en un traje de dos piezas), he cambiado el color original por un estampado inspirado en las ornamentaciones de Danae (una de las obras cumbres de Klimt), uniendo de esta manera las dos estéticas principales de su obra: la ornamentada y la colorista, y deslizando así un sutil homenaje a la obra del artista. Por otra parte, en lo que al fondo de la obra se refiere, me he servido como inspiración de los mosaicos exóticos de Palacio Stoclet de Bruselas, la que fue la última gran decoración mural realizada por en torno a 1905-1909. Es la última muestra del gran Klimt muralista, si bien se aleja de su obra más significativa, el Friso Beethoven, principalmente en la simbología, que en esta obra pasa a ser meramente decorativa. En mi caso, me he centrado en la parte colorida para dar un toque diferente a la obra. Mi homenaje no se centra en las estampas japonesas, sino que es un tributo directo a la obra de Klimt. El hecho de tomar estas decisiones compositivas y ornamentales a la hora de realizar la obra no responde a ninguna intencionalidad censora por mi parte, ni siquiera rupturista con la inspiración de las obras originales. Simplemente se trata de una cuestión estética y de disponibilidad de las modelos. Tengo la creencia de que también hay sensualidad en la distancia que se mantiene entre las dos jóvenes muchachas que contemplan como la otra se desnuda de forma alterna. No siempre es necesario el contacto ni la desnudez integral para transmitir erotismo, sensualidad y amor. De hecho, en su exceso se corre el riesgo de desbordar esos cauces y convertirse en un "sucio erotismo", parafraseando al citado Loos.
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Juan NepomucenoArte digital, pintura e ilustración, diseño gráfico, murales... Me dedico a todo esto... y a mucho más. Llega "El año en que murió Freddie" mi primer libro de la mano de Domiduca Libreros. ¡No te quedes sin él"
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