Sergio Leone, quien acababa de dirigir con éxito la superproducción italo-americana El Coloso de Rodas, encontró fascinante la adaptación que Kurosawa había hecho de la novela Cosecha Roja, escrita por Dashiell Hammett, y pensó "¿por qué no darle una vuelta más y devolverla al western?". Logró convencer a la productora Jolly Film para llevar a cabo la revisión, pero con una promesa de financiación algo escasa. La primera opción para interpretar al protagonista fue Henry Fonda, quien rechazó la oferta. Ante esa negativa, pensaron en alguno de los miembros del cast de Los Siete Magníficos (que también había sido un éxito y, curiosamente, remake de la gran obra maestra de Kurosawa de 1955, Los Siete Samuráis). Viendo que los actores principales, Yul Brinner, Steve McQueen y Elli Wallach, tenían un caché demasiado alto, optaron por intentarlo con James Coburn. Pero éste seguía saliéndose del presupuesto...
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Por Juan Nepomuceno Tardé en abrir los ojos y despertar. Me encontraba de nuevo en el mismo lugar que al principio, sentado en el sillón una vez más sólo, envuelto en la penumbra de la oscuridad salpicada por la luz anaranjada que reflejaba la lluvia que caía sobre las baldosas de la calle. La oscuridad se adueñó de mi vida y el tiempo se fue diluyendo en la propia oscuridad convirtiéndose en una maraña confusa de horas, días, meses, años… La oscuridad monopolizó mi vida, devoró mi pasado, hipotecó mi futuro. En mi prisión apenas recibía la visita del añorado sol, casi no disfrutaba de luz natural, a la que siempre había amado. Quién no. Vivía en la planta baja de una calle estrecha y pendiente, de modo que en realidad no era un bajo al uso, sino que estaba situado un par de metros por encima del nivel de la calle, una especie de primera planta más baja de lo habitual. Mi pequeña prisión no ocupaba más de una docena de metros cuadrados, y mi único contacto con el exterior se limitaba a una ventana protegida por barrotes de hierro y orientada al sur, lo que significaba que durante el invierno se colaban entre los metálicos barrotes unos tímidos rayos de sol durante unos pocos minutos al mediodía. Proyectaban en la pared la sombra de los barrotes, haciendo que tuviese la sensación de estar encerrado en una prisión sin haber cometido ningún crimen. Aunque ni siquiera las casas que se levantaban a unos pocos metros cruzando la calle podían impedir que el sol alegrase mis tristes mañanas durante un breve lapso de tiempo.
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Juan NepomucenoArte digital, pintura e ilustración, diseño gráfico, murales... Me dedico a todo esto... y a mucho más. La estantería
Enero 2021
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"Deja de pensar, deja que todo fluya, siéntate al sol y disfruta de la vida."
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