La obra en su contexto El cambio de siglo vino acompañado de una serie de acontecimientos que dieron un giro importante a la vida de Gustav Klimt. En 1902 abandera la participación del movimiento artístico de la Secesión en la Exposición Beethoven. La obra del pintor es un friso dividido en tres partes o motivos, El anhelo de la felicidad, Las fuerzas enemigas y el Himno a la alegría. Magnífica y sobrecogedora, sin embargo tiene un recibimiento frío por parte de público y crítica, y Klimt se retira a vivir a las afueras de Viena. Una vez que había perdido los parabienes (y financiación) estatal, y alejado de las vicisitudes del día a día vienés, nace una nueva versión de Klimt, el retratista de esposas y mujeres burguesas. Con una nueva libertad (algo a lo que, por otra parte, nunca había renunciado a pesar del corsé creativo al que se había visto sometido por parte de sus anteriores empleadores), su obra crece y gira en torno a su motivo principal y favorito: su universo feminizado en el que los hombres son un mero objeto decorativo. La sensualidad contra la censura En El Beso, obra pintada entre 1907 y 1908 sobre un lienzo cuadrado de 180 cm de lado, el fondo está creado con láminas de oro y estaño, sirviéndose de su habilidad adquirida como orfebre y decorador en sus inicios artísticos, y fiel al estilo de los mosaicos bizantinos que tanto le habían agradado en sus visitas a Italia. Klimt, que había dado mucho que hablar con sus obras en las cuales mostraba con naturalidad una sensualidad y desnudez que enervaban a la puritana e hipócrita sociedad de su época, cambia las tornas en la que es probablemente su obra más reconocida. Aunque existen discrepancias en algunos expertos, es muy posible que los modelos sean el propio Gustav Klimt y su amante durante años Emilie Flöge. Mostrando el beso, intenta y consigue escapar a la censura que tanto había perseguido a sus obras. El hombre, que solía ser un convidado de piedra, pasa a ser protagonista, y la mujer, que habitualmente había asumido en sus obras un rol dominante, ahora aparece sumisa. No muestra la sexualidad, solo deja intuir la sensualidad. Los mismos que antes vilipendiaban su obra ahora la aplauden. Tributo a El Beso ¿Cómo homenajear la obra más reconocida de Klimt sin sucumbir a los tópicos? A la hora de afrontar este proyecto de tributo a la obra de Klimt tras el centenario de su muerte, que aquí presento con esta primera publicación, tuve claro que debía enfocarme en sus obras más representativas (o impactantes en lo referente a mi criterio personal), y sin lugar a dudas sabía que esta debía ser una de las banderas, la imagen llamada a ser cartel de esta exposición virtual. ¿Pero cómo hacerlo para mantener la sensualidad sin sacrificar la esencia, manteniendo la motivación y reivindicación subyacente que existe en la obra? No eran estas cuestiones baladís. Di muchas vueltas al asunto, no en vano han sido dos años los transcurridos desde el centenario de la muerte del artista hasta la presentación de este proyecto que ha ido creciendo poco a poco. Cocinado con calma, bien meditado y mejor trabajado. A pesar de tener tan claro que esta debía ser la obra que sirviera como carta de presentación al proyecto, cronológicamente ha sido la última en nacer. ¿Y por qué tantas dudas? No es fácil explicarlo. En un primer momento, pensé en hacer una ilustración lo más parecida en forma, pero después de valorar numerosas referencias buscando la adecuada, sentí que estaba vacía en el fondo. No estaba convencido de que la imagen de un hombre besando (y sometiendo) a una mujer fuera ni representativa de mi arte, ni de mi concepción de la vida o de lo que deseo transmitir en una obra, por muy fiel que fuera a la original. Resulta evidente que el universo klimtiano está feminizado, pero ¿qué imagen realmente transmite de aquellas mujeres? Con él, son protagonistas, sin duda. Pero habría que hacer un análisis muy profundo y bien documentado para discernir si realmente se aleja de los valores establecidos y dominantes de su sociedad eminentemente religiosa, puritana, machista... Es obvio que Klimt era controvertido, mujeriego. Sin embargo, es injusto juzgar un comportamiento usando como baremo los valores de una época posterior. Hay que situarse en su contexto. Y en ese sentido, Klimt dio a la mujer de su época una libertad sexual y sensual, y en resumen, importancia en una dimensión que no tenía hasta ese momento. Por otra parte está el tema, estrechamente relacionado con este, de la lucha contra la censura establecida por los valores conservadores de la época. Este es uno de los aspectos que más me han influido a la hora de crear mi tributo. Pensé en la lucha de Klimt contra esto, y sentí que lo más justo era tratar de transmitir ese sentimiento, esa necesidad de crear una obra imperecedera que burle la censura que no tiene sentido para las mentes abiertas y que es algo que inevitablemente existe en todas las épocas y contra lo cual el arte tiene la obligación de luchar. Extrapolando este sentir a nuestra época, resulta increíble que a estas alturas del siglo XXI en que estamos aún existan movimientos ideológicos que atentan contra las libertades amorosas y sexuales de las personas. Teniendo en cuenta que en otras obras de este proyecto he abordado el tema de las relaciones entre mujeres (tratado por el propio Klimt), vi claro que era la mejor adaptación a los tiempos modernos que podía hacer de El Beso debía tener como tema central la homosexualidad. He aquí por tanto mi tributo a el Beso, con dos hombres como protagonistas. Intentando emular la decoración bizantina klimtiana, el lecho florido y el estampado geométrico. Amén de la sensualidad que emana la escena amorosa entre dos personas en igualdad y con libertad. ¡Viva el amor libre!
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Juan NepomucenoArte digital, pintura e ilustración, diseño gráfico, murales... Me dedico a todo esto... y a mucho más. Llega "El año en que murió Freddie" mi primer libro de la mano de Domiduca Libreros. ¡No te quedes sin él"
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