Como ya comenté el año pasado, quiero ser algo flexible y no ceñirme solo a las pelis estrenadas en 2021, sino también a las que lo fueron en meses anteriores y han llegado a las plataformas de streaming a lo largo del último año. A pesar de las dificultades que plantean los nuevos tiempos a los que tiene que adaptarse la industria del cine, ha sido un gran año con estrenos muy interesantes. Entre las alrededor de 600 películas que he visto, quisiera hacer mención especial a algunos clásicos a los que no había podido tener acceso y que por fin he encontrado, como La canción del camino (Pather Panchali, 1955); la primera entrega de la magnífica e imprescindible Trilogía de Apu del director hindú Satyajit Ray, una de esas muestras de cine que se ve y se siente, ese tipo de pelis que tanto amo, y a la que pude acceder gracias al magnífico catálogo de Filmin. Quisiera hacer mención especial a la gran cantidad de festivales que he podido ver al largo de este año, también gracias a Filmin, y que me ha permitido descubrir joyas como las pelis franco-canadienses Kuessipan (de Myriam Verreault), la cual narra la historia de la infancia, adolescencia y juventud de una chica innuit en una reserva; y también Antigone (de Sophie Deraspe), adaptación del mito griego a la actualidad con el problema de los refugiados de guerra como telón de fondo. Cine social que conquista el corazón e incendia la mente. Los cortometrajes y el cine documental también han formado parte importante de mi repertorio de este año, y no quisiera dejar de alabar el empeño que hace Netflix por su difusión. Hay varios que me han conquistado, como los ganadores de los respectivos Oscar en las respectivas categorías este año, Two Distant Strangers y My Octopus Teacher. Precisamente dentro del cine documental encontré otra de mis gratas sorpresas de este año. Este género es un valor seguro, especiamente cuando se hace desde la mirada honesta, sin escatimar los elogios que pueda merecer el tema pero, sobre todo, sin dejar de explorar las zonas oscuras. Cuando narra la vida de alguien, estas cuestiones alcanzan una gran importancia. Es lo que consiguieron Charlie Arnaiz y Alberto Ortega en Anatomía de un dandy, obra que nos ofrece una mirada íntima hacia uno de los personajes litearios más polémicos y a la vez interesantes de nuestro siglo XX. Nunca mejor dicho lo de personaje, pues Francisco Umbral se convirtió en tal, y es cuando nos internamos en los entresijos de su vida personal cuando nos damos cuenta de que aquel Umbral que conocíamos no era el Paco que veían sus seres queridos. Fue una grata sorpresa, muy recomendable. Este año no incluyo ninguna peli de unos de mis géneros favoritos, el anime. Si bien he tenido la suerte de encontrarme con algunas joyas cuya recomendación no puedo pasar por alto, como En este rincón del mundo (この世界の片隅に -Kono sekai no katasumi ni- de Sunao Katabuchi), peli de 2016 que cuenta la historia de Suzu Urano, una niña que crece felizmente en los alrededores de Hiroshima en los años 30, lo cual debería bastar para hacerse una idea de por dónde puede evolucionar el argumento, y he de decir que me pareció una obra más sensible y mejor narrada que La tumba de las luciérnagas (火垂るの墓 -Hotaru no Haka- de Isao Takahata, 1988). Quizá la que más cerca ha estado de entrar ha sido Palabras que burbujean como un refresco (サイダーのように言葉が湧き上がる -Cider no Yō ni Kotoba ga Wakiagaru- de Kyohei Ishiguro), pero no llegó para mí al nivel de las que incluyo en el top 5, a pesar de ser una tierna y muy solvente historia de adolescentes. Esperaré con ilusión los nuevos estrenos de Makoto Shinkai y del maestro Hayao Miyazaki para 2022. Pero, como ya sucedió en la lista de 2020, solo cabían 5. Vuelvo a repetir que no pretendo hacer dogma con esto. No afirmo que estas pelis sean mejores que cualquier otra que hayáis podido ver y os haya gustado -dejemos este tipo de afirmaciones para los peques y para los críticos de cine-. Simplemente son las que más me han gustado a mí, y mi opinión no vale más que la de cualquiera. Pero, si me conocéis un poco, ya sabréis qué tipo de cine me llama la atención, y espero que os pique la curiosidad, veáis alguna de estas, y me escribáis para debatirme o darme la razón. Por cierto, aviso que mañana, para despedir el año, publicaré la lista con las 5 que menos me han gustado o más me han decepcionado. Y, sin más preámbulos, aquí van mis cinco pelis favoritas de 2021: Sound of metal
Antes de entrar en profundidad a valorar lo que me ha hecho sentir que esta peli indie es tan especial -es el momento para agradecer a Amazon Prime Video su apuesta por este tipo de cine-, debería hablar de su director, Darius Marder. Nos encontramos ante su primer trabajo como tal, lo cual tiene un mérito enorme, más aún si añadimos que en su haber apenas cuenta con un crédito previo como guionista (Cruce de caminos, 2012) y varios como editor y documentalista. En esta cinta el guion corre a cargo del propio director junto a Abraham Marder y Derek Cianfrance. En cuanto al elenco, lo encabeza magníficamente Riz Ahmed (Nightcrawler; The Night Of) secundado por el casi desconocido Paul Raci -ambos merecedores de la nominacion al Oscar- y Olivia Cooke (Ready Player One; Thoroughbreds).
He de señalar que, en principio, pensé que se trataba de una peli o documental acerca de un músico heavy metal. Era tan escasa la información que brindaba el trailer que me llevó a esta confusión. No había spoiler de ningún tipo, y es un punto a favor si no quieres minimizar el factor sorpresa que tiene. Pero, si hubiera sabido el huracán emocional que me iba a arrasar, la habría visto mucho antes. Estamos ante un ejercico de honestidad brutal acerca de cómo afrontar una discapacidad. En este caso, y a diferencia fundamental con el resto de las pelis que recuerdo en las que uno de los protagonistas principales afronta tales circunstancias, estamos ante una discapacidad adquirida. Ruben (Ahmed) no nace con ella, sino que la desarrolla en el planteamiento de la historia.
Esta cuestión no carece de importancia. Haciendo un rápido repaso mental, podría afirmar en la mayoría de las películas que abordan temas de este tipo nos encontramos con unos personajes que han vivido toda su vida con sus circunstancias (Rain Man; A Beautiful Mind). Sin pensar mucho, me vienen a la mente un par de ejemplos en los que sí vemos el proceso de cambio de los protagonistas (Mar Adentro; Regarding Henry), pero con frecuencia tampoco es algo en lo que el cine haya acostumbrado a profundidar con hondo dramatismo. Sound of Metal lo hace, y uno de los grandes méritos de Marder es contarlo sin caer en moralinas condescendientes ni apelar a sentimentalismos baratos. Es cruel y puramente dura como la vida misma. Las escenas que se nos presentan desde el punto de vista del protagonista son desasosegantes, opresivas casi hasta un punto desesperante. La actuación de Ahmed es brillante, transmite esa sensación de desamparo y desubicación ante una nueva realidad muy difícil de afrontar. Las decisiones que ha de tomar en su camino hacen sufrir, y el punto culminante son unos minutos finales que constituyen una auténtica lección acerca de cómo potenciar las virtudes de una cinta con el montaje. Es un ejercico necesario ver esta peli, para mí la mejor de 2021, e intentar empatizar con las sensaciones que vivimos quienes tuvimos que pasar por algo así.
Las niñas
Guionista y cortometrajista, Palomero se estrena en la dirección desarrollando un guion propio basado en sus experiencias personales. Con el protagonismo de la debutante Andrea Fandos (en el papel de Celia) y el experimentado contrapunto de Natalia de Molina (Vivir es fácil con los ojos cerrados; Techo y comida) como su madre, nos topamos con una historia sencilla y emotiva. Vemos la vida de una niña a principios de los noventa, en esa época existencial tan cruda a veces que va a caballo entre la infancia y la adolescencia, con todos los problemas reales que atormentan una mente tan ingenua aún. Celia se deja llevar a veces por el entorno, por unas amigas que quieren crecer más deprisa, y se ve atrapada por los problemas familiares y escolares. Palomero crea una atmósfera tan auténtica y bien conseguida que te traslada a esos inicios de los noventa, con el ejercicio melancólico que puede suponer para quienes nos criamos en esa época. Los premios Goya a mejor película, guion original, dirección de fotografía y dirección novel fueron muy merecidos.
Nuevo Orden
La propuesta de Nuevo Orden es sobrecogedora. Ochenta y seis minutos de sufrimiento sustentados por un reparto coral dentro del cual ningún personaje tiene excesiva importancia más que los demás, aunque podríamos decir que destaca la buena labor de Naian González Norvind. Por cierto, recomiendo no encariñarse en demasía con ninguno de los personajes. Franco hace un interesante ejercicio distópico político que transita por las sendas del cine más crudo y salvaje, sin ahorrarse una pizca de la violencia más explícita. El planteamiento parte de una cuestión que puede resultar filosóficamente aterradora para las sociedades contemporánas: ¿sería posible hoy en día que se produjera un sangriento levantamiento social y militar contra el gobierno y las élites? En este caso, ubica la acción en un México que bien podría ser cualquier país latinoamericano, y el resultado rebosa una verosimilitud asombrosa y desconcertante, y casi no hace falta decir que lo que en principio parece una cosa, al final termina siento otra bien diferente y pagan los de siempre. De hecho, para culminar podría añadir una de las dudas que asaltaron mi mente durante el visionado. Me hizo preguntarme si algo así no sería posible en, por ejemplo, España. Da miedo pensar que sí.
Mujercitas
En el caso de esta película, la expectativa era tremendamente poderosa y provenía de dos frentes principales. El primero de ellos, el histórico. La novela Little Women escrita por la estadounidense Louisa May Alcott es una de los libros más representativos de la literatura universal, y ha tenido varias adaptaciones al cine no menos importantes. La primera de ellas fue dirigida en 1933 por el afamado George Cukor (The Philadelhia Story; My Fair Lady) y con la eterna Katharine Hepburn (The African Queen; The Lion in Winter) en el papel protagonista de Jo March. Dieciséis años después, en 1949, Mervin LeRoy (Quo Vadis; The Wizard of Oz) dirigió una segunda adaptación con June Allyson (Executive Suite; The three Musketeers) como protagonista y que contó con la presencia de una jovencísima Elizabeth Taylor (Who's Afraid of Virgina Woolf; Cat on a Hot Thin Roof), pero sin llegar a superar a la predecesora. Y, finalmente, en 1994 la directora Gillian Armstrong (My Brillian Career; Charlotte Gray) nos regaló una deliciosa y solvente adaptación con Winona Ryder (The Age of Innocence; Edward Scissorhands) en el papel protagonista y con Christian Bale (The Fighter; The Dark Knight) en el papel de Laurie.
La pregunta que me hice al conocer la existencia de esta nueva versión fue si realmente era necesaria. Y aquí entra en juego el segundo y poderoso frente de las expectativas: el de su directora, Greta Gerwig. De partida admito que no puedo ser objetivo. Creo que es una de las voces más representativas de la generación a la que pertenezco, y es mi directora contemporánea favorita, en cualquiera de sus versiones, ya sea como directora (Lady Bird), protagonista y guionista (Frances Ha) o actriz de doblaje (Isle of Dogs). Si a esto le unimos un reparto encabezado por su favorita Saoirse Ronan (The Lovely Bones; Atonement) y por la siempre convincente Emma Watson (The Perks of Being a Wallflower; Harry Potter); por no hablar del maravilloso elenco de secundarios (Laura Dern, Meryl Streep, Timothée Chalamet); solo se podía esperar un gran éxito o un sonado fracaso. Sin términos medios.
¿Qué hace Greta con el guion (propio) para conseguir disipar todas mis dudas y convertir esta nueva adaptación en una de mis pelis favoritas del año y, quizá, mi versión preferida de Little Women? Intentaré relatarlo sin spoilear en exceso. En primer lugar, hace una actualización necesaria de los códigos fílmicos, la convierte en una obra moderna, sin perder su aire clasicista ni el costumbrismo decimonónico de la original. Nos regala una cinta potente, solvente, creíble, bien ambientada y caracterizada y con un poderoso y seductor montaje no lineal. Pero aún hay dos factores más que la hacen imprescindible a mi juicio, pues lo mencionado no es suficiente. Jo March es un personaje literario-cinematográfico que da sentido a una carrera. Es uno de los referentes feministas más luminosos que pueden existir y, en esta ocasión, Saoirse Ronan la hace suya y la eleva a cotas de empoderamiento antes desconocidas. Esta versión de la novela de Alcott se libra de ese sesgo machista que domina la industria del cine y que trató a las anteriores versiones con cierta condescendencia. Y precisamente con la autora está relacionado el factor determinante que hace que sea mi adaptación favorita: y es que Greta hace un ejercicio de meta-literatura-fílmica y trasciende la novela para explorar la vida y las motivaciones de la propia escritora, culminando la historia de una manera absolutamente arrebatadora. No puedo decir nada más, tenéis que verla.
Fue la mano de Dios
He de señalar que la expectativa es un sentimiento altamente peligroso. Habiendo repasado, más bien estudiado, la filmografía de Sorrentino a lo largo de estos casi ocho años, encontré paradas decepcionantes como This must be the place (2011) -con Sean Penn (Mystic River; Milk) en el papel de un extraño alter ego de Robert Smith-; o la interesante Youth (2015) -con Michael Caine (Hannah and her Sisters; The Cider House Rules) y Harvey Keitel (Reservoir Dogs; Bugsy)- aunque sin llegar a los niveles de su predecesora (la oscarizada La Grande Bellezza); el hype levantado por el estreno en Netflix de la tan esperada É stata la mano di Dio podría convertirse en un arma de doble filo. Nuevamente, hay que aplaudir a la plataforma por apostar de forma tan ambiciosa por el cine de calidad y por brindar la oportunidad de asistir al estreno desde casa en estos tiempos tan convulsos en los que quienes corremos ciertos riesgos tenemos que pensarlo bien antes de acudir a una sala concurrida. Ha sido todo un éxito.
Cabe preguntarse qué podría ofrecer Sorrentino para hacer esta peli especial, habiendo abordado casi todos los temas y personajes concecibles del imaginario italiano -paparazzi, gente de la farándula, putas y putos, futbolistas, mafiosos, banqueros, políticos, advenedizos y un largo etcétera-. Pues, posiblemente, lo que le faltaba: hacer su Amarcord particular, filmar una historia inspirada en su propia vida y los espacios donde creció, la Nápoles ochentera de Maradona. El director vuelve a conseguir algo muy meritorio que ya quedaba patente en su gran obra, La Grande Belleza, y es que captura esa atmósfera auténtica y cotidiana. No se puede ser más italiano, nos muestra un desfile de personajes autóctonos extravagantes absolutamente fellinianos. El director riminesi está muy presente en todo el metraje, no solo se le menciona y aparece de forma indirecta en la trama -en un rodaje, en el cine, en la tele-, sino que vive en cada escena y la empapa con su esencia más auténtica. Sorrentino ha conseguido hacer una peli más felliniana que el propio Federico. Es su cine adaptado al presente. Algo absolutamente delicioso para los cinéfilos.
El de Fellini no es el único fantasma que mora en la cinta. El otro da título a la obra y, con su mera mención, vertebra la narración. Diego Armando Maradona, el que fue para muchos el mejor futbolista de la historia, y sin duda para los napolitanos. Siendo el fútbol tan importante para la esencia italiana, su llegada cambió la cara y la mentalidad de la ciudad, pasando del llanto y el desconcierto a la euforia. Al igual que la propia película transita entre la carcajada y la lágrima, como la vida misma. Es algo que Sorrentino consigue hilar de una forma tan natural como la actuación de sus principales protagonistas, el joven Fabietto -interpretado de forma convincente por Filippo Scotti (Il re muore; La gita)- y, por supuesto, Toni Servillo poniendo el contrapunto sereno y experimentado en el papel de su padre, Saverio Schisa. No hay que buscar equilibrios intelectuales ni complejidades argumentales exgeradas. La película simplemente pasa, como la vida, y esto puede hacer que parezca lenta, pero no es un vicio ajeno a otras pelis del director napolitano. Y vemos cómo Fabietto se debate, desubicado a veces, entre los vaivenes vesubianos de su existencia y el desasosiego que le produce no saber hacia dónde dirigirse ni si atreverse a dar rienda suelta a sus sueños y ambiciones. Fue la mano de Dios es una obra cercana, emocionante e imprescindible.
2 Comentarios
¡Apuntadas quedan! Me sorprende muchísimo que en esta lista este Mujercitas y la verdad es que por ahí creo que no voy a pasar, me da una pereza terrible. Te recomiendo la miniserie The night of protagonizada por Riz Ahmed. Creo que hoy mismo voy a verla de Anatomía de un dandy. Post increíble
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31/12/2021 10:32:56
Pues, si te digo la verdad, Mujercitas es casi lo mejor del año, aunque no me hagas elegir solo una. Pero es cierto que amo todas las versiones que se han hecho. Y, en cuanto a lo que dices dse The Night Off, de hecho la menciono en la descripción de Riz Ahmed. Aunque te sorprenda, ¡he visto todas las cosas que aparecen mencionadas! Me alegra que te guste, espero que con la lista de las 5 menos favoritas te rías mucho.
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Juan NepomucenoArte digital, pintura e ilustración, diseño gráfico, murales... Me dedico a todo esto... y a mucho más. Llega "El año en que murió Freddie" mi primer libro de la mano de Domiduca Libreros. ¡No te quedes sin él"
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