En esta ocasión no dudé tanto a la hora de decidir. Tenía algunas candidatas, pero igualmente muy claro cuáles eran las que debía incluir. Si bien he visto muchas películas a lo largo de este año que me han generado cierta decepción, o que no han cumplido las expectativas que sobre ellas me había creado, en general la cosa no ha sido tan grave como para merecer este dudoso honor. Porque la decepción implica expectativa. Y es por esto que encuentro que todas las pelis que he seleccionado son pretenciosas. Todas se anunciaban como grandes acontecimientos, perseguían ser más de lo que terminan siendo. Nacieron con el objetivo de ser la mejor en lo suyo, pecaron queriendo abarcar más de lo que podían y, en mi opinión, sucumbieron en el intento. Aunque he de señalar que no todas las que he incluido provocan la decepción por el hecho de haber generado grandes expectativas. A veces te topas con películas que, simplemente, te parecen horrendas, sin haber esperado nada especialmente relevante de ellas. En esta lista hay una que entra dentro de esta categoría. Por último, señalaré una vez más que no pretendo hacer dogma de esto. Simplemente es mi opinión personal, que he intentado argumentar de la manera más clara y respetuosa. Naturalmente, mi criterio no es más válido que el de cualquiera. En el caso de que alguna de estas películas que comento a continuación haya sido de tu agrado y deseas intercambiar opiniones al respecto conmigo, no dudes en escribirme. Tendremos un interesante debate. Y, sin más, aquí van las 5 pelis que más me han decepcionado o menos me han gustado en este 2020: Mank
Se escucha el lamento porque el cine, como lo entendíamos hasta ahora, muere. Como moría el cine mudo con la sonorización justo en la época del Hollywood dorado que recrea esta película. Mank pretende narrar la gestación del guion de uno de los hitos de la historia del cine, Citizen Kane (1941). Hace un gran esfuerzo por trasladar a la historia las tensiones entre el director de ésta, el mítico Orson Welles y el guionista Herman J. Mankiewicz (Mank), interpretado por un Gary Oldman (Dracula; Darkest hour) que parece menos camaleónico que nunca. Por cierto, el guion póstumo de Jack Fincher (padre del director) rezuma cierta tirria hacia Welles, más allá de la propia animadversión que pudo existir entre éste y Mank. Y ninguno de los dos era un santo.
Con todo esto, el resultado es un quiero y no puedo continuo, una película que fluye sin ritmo, chispa ni alma, convirtiéndose en un carrusel de hechos históricos (sobre los que se toma bastantes licencias) y un desfile de personajes célebres de la época que se muestran de forma desangelada, como si invitasen al espectador más estudioso de la historia del cine a señalar a la pantalla y decir "mira, Louis B. Mayer; mira, Irving Thalberg..." y así hasta la saciedad. Pero con los espectadores menos estudiosos se corre el riesgo de que estos caigan en la tentación de desear que la tortura termine pronto. Solo me queda hacerme la pregunta de si realmente era necesario, a estas alturas de la vida, rodar una película al estilo y semejanza del cine clásico. Quizás en los sesenta hubiera sido un gran éxito.
Mientras dure la guerra
Precisamente dentro de esta categoría, cine que parece concebido para proyectar en el aula de secundaria de un instituto, podría enmarcarse la presente Mientras dure la guerra, la gran apuesta por el cine patrio de Movistar+ para el año pasado. En lo técnico y puramente cinematográfico, el siempre convincente Karra Elejalde (Airbag; Ocho apellidos vascos) lidera el elenco encarnando a Miguel de Unamuno, y ciertamente, es lo mejor de la peli. Pero no deja de ser Karra, siempre es él. Del resto del reparto, sorprende la concesión del Goya a mejor actor de reparto para el Millán Astray de Eduard Fernández (Biutiful; El niño), pues no pasa de ser una caricatura de alguien que ya era una caricatura en sí. Por lo demás, Salamanca se presta a ser un escenario idóneo para rodar cine de época. Pero, en este caso, no cine llamado a hacer época.
Aún queda mucha tela que cortar en la bandera de esta cinta. Porque, otra cosa no, pero enseñas patrias no le faltan. Cabría preguntarse si Amenábar yerra en el proceso y el resultado final no plasma lo planificado, sino que la idea original termina siendo engullida por el fantasma del franquismo. O, por el contrario, quizás su intención siempre fue la de fabricar una oda al golpe de estado. En tal caso, y haciendo una crítica benévola, se puede afirmar que, como poco, lo que nos ofrece es un blanqueamiento de personajes tan infames como Franco, Cabanellas o el anteriormente citado Millán Astray. Ya el propio Unamuno, si bien no se le puede negar su categoría de referente intelectual, fue un veleta que vivió contra esto y aquello, y su tibieza a la hora de posicionarse le costó perderlo todo. El director defendió, durante la promoción de la película, que ésta se ubicaba en la equidistancia ideológica. Pero, ante la intolerancia y la barbarie no hay neutralidad que valga. No posicionarse equivale a hacerlo del lado del opresor. Al final, ni vence ni convence.
El faro
En recientes revisiones de cintas cuyo empaque creía amortizado, he comprobado con asombro que el terror envejece muy mal. Ni siquiera es necesario remontarse a los inicios del cine y recurrir a obras como Nosferatu (1922), la cual, aun teniendo un valor cultural incalculable, apela a temores que parecen muy superados por la sociedad actual. Verla hoy da más ternura que miedo. Mi reflexión se refiere a otras mucho más modernas, como The Exorcist (1973) o Rosemary's Baby (1968), las cuales han quedado desfasadas tanto en lo estético como en lo formal. En esta última, por ejemplo, opino que resulta más perturbador el control casi dictatorial del marido hacia la mujer que la propia conspiración sobre la que orbita la trama.
La cinta de Robert Eggers (The VVitch: A New-England Folktale) se enmarca dentro de una corriente contemporánea que recurre a elementos de terror más psicológico que explícito, bebiendo de éxitos recientes como Babadok (2014) o Get Out (2017), dos obras de las cuales alabo la intención, pero no aprecio el resultado. The Lightouse intenta mezclar los motivos de este cine moderno con maneras del más clásico, si bien confirma que el blanco y negro no casa bien con el HD. Se apoya en un Willem Dafoe (At Eternity's Gate; The Last Temptation of Christ) que aúna solvencia y repulsión como solo él sabe, y un Robert Pattinson (Twilight; Tenet) que vuelve aquí a demostrar que es mucho más que una cara bonita. Pero el conjunto no convence, sino que se queda en una colección de escenas deslavazadas y caricaturescas que, por momentos, dan más risa que miedo.
Ana de día
Poco más hay en la película. La joven actriz hispano-sueca tiene aún mucho que demostrar, pero ni siquiera el hecho de llevar todo el peso interpretativo de la cinta parece servirle para reivindicarse. Del resto del elenco ni se sabe nada, ni se espera. Son un mero desfile de personajes variopintos y estrafalarios que van adornando de forma más anecdótica que edificante el devenir de la protagonista, Ana. Ella es una chica de buena familia que está a punto de terminar su doctorado, empezar a trabajar en una empresa importante y casarse, todo muy normal. Este planteamiento, bien desarrollado, podría llevarnos a disfrutar de un personaje protagónico interesante, pero no abandona su punto de partida salvo para dirigirse hacia la insustancialidad más absoluta.
Y es que todos los elementos anteriormente mencionados se diluyen en una amalgama difícil de digerir. Ni la tesis, que por momentos parecía tener mucha trascendencia, ni el trabajo, ni el matrimonio llegan a ser explorados ni explicados, ni tienen importancia real. Todo es una mera excusa para dar partida al suceso sobre el que pivota la trama: en un ataque de pánico o vete tú a saber qué, Ana de día emprende una rebelde huida hacia adelante e inicia una nueva vida como alma libre, cabaretista, la Ana de la noche madrileña. ¿El desencadenante? Un torpe intento de doppelgänger, algo que, como planteamiento, puede sonar interesante. Pero no esperes ver un Black Swan a la española o un Fight Club feminista. Se queda en intento de thriller psicológico (¿drama, comedia?) a ritmo de videoclip malo. Quizás dentro de la cabeza de la directora tuvo sentido en algún momento.
Estoy pensando en dejarlo
Para no complicarlo más, empezaré por el principio, algo que Kaufman no haría. En 1999 saltó a la fama gracias al guion de la magnífica y a la vez inquietante Being John Malkovich, la cual catapultó a Spike Jonze (Her; Where the Wild Things Are). Tres años después, el tándem Jonze-Kaufman nos sacudió con una de las películas más caleidoscópicas del cine moderno: Adaptation. En ella, la versión más desagradable de Nicolas Cage (Leaving Las Vegas; Wild at Heart) interpreta convincentemente al propio Charlie, quien, después del éxito de Being John Malkovich, se enfrenta al reto de adaptar para el cine la novela El ladrón de orquídeas. También da vida a su hermano gemelo Donald, quien en la vida real no existe, y en la peli no se sabe, pero está acreditado como guionista de la misma. ¡Y ambos fueron nominados al Óscar por el mejor guion adaptado, de algo que no existe! Cine dentro del cine, dentro del cine. Una peli capaz de hacer estallar el cerebro de cualquiera. Aunque probablemente la obra más reconocida y admirada -y asequible para el gran público- de Charlie Kaufman es Eternal Sunshine of the Spotless Mind (Olvídate de mí en España, de Michael Gondry, 2004).
Sin abandonar sus habituales complejidades argumentales, Kaufman se aventura en la adaptación de la novela I'm Thinking of Ending Things, escrita por Ian Reid y reescrita por el propio, ahora, director. Como no he leído el libro, no puedo opinar, pero la película resulta altamente confusa. Y no al estilo de sus anteriores obras, en las que se intuía un hilo conductor que, con cierta coherencia, al final daba (algunas) respuestas. En esta ocasión se convierte en un continuo "parece qué..." que conduce a frecuentes "pero ¿y esto qué mierda es...?" Además, cabe señalar el hecho de que la narración está repleta de escenas estáticas e interminables, como la conversación en el coche, de más de media hora, acerca de A Woman Under the Influence, que te sonará a chino si no has visto esta película de John Cassavetes. No sabría cómo hacer la sinospis de I'm Thinking of... Lo intentaré: una chica joven viaja con su novio para conocer a sus padres, pero piensa en romper con él. Cabría preguntarle a ella: ¿por qué no nos ahorras el viaje?
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Juan NepomucenoArte digital, pintura e ilustración, diseño gráfico, murales... Me dedico a todo esto... y a mucho más. Llega "El año en que murió Freddie" mi primer libro de la mano de Domiduca Libreros. ¡No te quedes sin él"
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