Como dicen en mi tierra: si algo parece demasiado bueno, no lo es.Érase una vez, hace mucho tiempo ya, una algo más joven versión de mí que se hallaba en una época realmente productiva de su carrera artística: mi trabajo estaba siendo reseñado en blogs y bitácoras de arte; fui entrevistado alguna que otra vez; daba charlas inspiradoras en centros educativos; también escribí y estrené teatros infantiles e hice las veces de cuentacuentos; y entre otros muchos de mis siempre diversos proyectos creativos me encontraba haciendo una interesante serie de murales en localicaciones pintorescas como Madrid y algunos otros en edificios públicos de mi tierra de origen, Jódar. Fue entre la primavera y el inicio del verano de 2016 cuando llevé a cabo la ejecución de la obra homenaje a Federido García Lorca; el espacio libre de humo del Centro de salud; o el mega mural de la piscina municipal. Estaba siendo un año la mar de interesante. Andaba por tanto inmerso en esta vorágine creativa cuando me llegó un encargo que me hizo especial ilusión: ilustrar la cartelería de la Cita con la música Folk, el importante -y más antiguo- festival del ramo que celebraba entonces su 44ª edición en Jódar. Para tener noción de la importancia que tiene este evento hay que tener conocimiento de esta música tan arraigada en las costumbres e idiosincrasia de cada uno de los rincones de la geografía española, ofreciéndonos muestras artísticas tan variopintas y cautivadoras como las de Nuevo Mester de Juglaría, Luar na Lubre, Eliseo Parra, Joaquín Díaz, Ana Alcaide, La Banda Morisca o Andaraje, todos presentes en el escenario jodeño. Algunos de estos grupos y artistas son los máximos exponentes del folk patrio y dan muestra de la tolerancia, diversidad cultural y grandeza artística de nuestra tan rica tierra y que están presentes en este género musical de una manera que en ningún otro se puede encontrar.
Tras llevar a cabo mi particular proceso creativo, en primer lugar la auto-lluvia de ideas; a continuación o de manera casi simultánea búsqueda de localizaciones, referencias y referentes -hombre, guitarra y laúd en este caso-; más tarde moldear todo esto a mi manera para conseguir exactamente lo que buscaba; y después pelearme con la paleta de colores y la tableta digitalizadora para darle el toque preciso que buscaba; di a luz uno de los trabajos artísiticos de los que más satisfecho me he sentido a lo largo de mi carrera. Y es que no sucede ni siquiera muy de vez en cuando que, al ver una obra terminada, sea tal la emoción y la sensación de satisfacción que te invade que hasta las lágrimas hacen presencia. En esos escasos y maravillosos casos aparecen fruto del regocijo, como muestra de la felicidad por haber alcanzado aunque solo sea por un momento lo que, profesional y artísticamente, se anda buscando toda la vida. Son lágrimas de belleza nacidas de la pasión por aquello a lo que uno ha decidido dedicar su vida. Envié mi propuesta a quien me la había encargado antes del plazo que me habían dado. Había puesto tanta ilusión en ello que me adelanté. Lo que narraré a continuación os va a sorprender. La respuesta tardó en llegar y fue fría. Había presentado el cartel en crudo, solo la obra artística sin los datos, pero con el diseño claramente estructurado para añadirlos posteriormente, dado que ni siquiera me los habían facilitado. Cualquier persona que use un poquito el cerebro podría darse cuenta de esto. La primera pregunta fue por qué no se veían esos datos. Perplejo tuve que dar las primeras explicaciones. una vez que fui conocedor de los participantes, fechas, horarios, colaboradores y etc., los añadí al diseño, tal y como había planificado y de la manera más estética y artística que supe hacer. El cartel definitivo lo podéis ver al final de este post y pecaré de presuntuoso pero creo que es uno de mis mejores trabajos. En esta ocasión la respuesta se demoró más aún y yo, que soy confiado y siempre pienso que la gente va por la vida con mis mismas buenas intenciones, empecé a inquietarme con el tema. Los siguientes días fueron inciertos viendo ya que julio terminaba y la fecha del festival se acercaba, finalmente recibí la llamada telefónica que esperaba, dando paso a una de las conversaciones telefónicas más surrealistas que jamás he tenido en mi vida, la cual superó incluso a aquella lejana vez cuando, intentando darme de baja como cliente de wanadoo, me pasaron el teléfono de una fábrica de carretillas elevadoras. En primer lugar diré que, desde mi corto entendimiento pero mi larga experiencia artística, considero que cuando alguien se dirige de manera expresa y directa a un ilustrador para hacerle un encargo, de la naturaleza que sea, hay que dar por hecho que conoce su obra, sus trabajos previos, y al menos tiene alguna mínima noción de cómo lleva a cabo su proceso creativo. Cuando alguien muestra interés porque sea esa persona y no otra quien de vida a determinado proyecto es porque cree que su visión encaja, es la adecuada, y no por un mero capricho de naturaleza espuria. Cualquier otra cosa es muy ofensiva, y los artistas estamos hartos de escuchar demasiadas veces impertinencias del tipo y por qué no lo haces de esta manera, o tales como quiero que imites el estilo de tal persona. En esta ocasión, me preguntó si lo había hecho con lápices de colores. Mi respuesta fue el silencio, mucho más largo que pasar de un párrafo a otro. En ese momento de mi carrera artística no era precisamente un desconocido, y había dado por hecho que había recibido este encargo desde el interés hacia mi trabajo como ilustrador y a sabiendas de mi proceso artístico digital que tanto me había preocupado por divulgar y que era conocido por todo el mundo que se dirigía a mí. A partir de ese momento nos enzarzamos en una discusión que a mí no me motivaba en absoluto pues, aunque no soy demasiado avispado para muchas cosas, ya había visto por dónde iban los tiros y decidido casi de forma inmediata cancelar mi participación en ese proyecto. Pero quise ver a dónde me llevaban, así que dejé fluir la conversación. Fui acribillado con sus excusas. En el cartel tenían que aparecer los Sabandeños, dijo. «¿Por qué no me lo habías dicho en su momento, si ya lo sabías? Me diste libertad artística para hacer lo que quisiera, cuando tuvimos la primera conversación insistí en saber si había algo especial que debiera incluir, y dijiste que no. He tenido tiempo suficiente inlcuso para dibujar a todos los Sabandeños, sin dejarme ninguno». Pero yo ya sabía que no lo iba a hacer.
2 Comentarios
Matthew
26/8/2023 00:35:26
La verdad es que el cartel oficial requirió de un trabajo sesudo con mucha capacidad de creación.
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26/8/2023 17:13:28
En situaciones así, solo queda pedir una ouija para invocar al espírituo del mencionado. Lo dicho, tengo historias similares para hacer literatura buena. Un abrazo
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Juan NepomucenoArte digital, pintura e ilustración, diseño gráfico, murales... Me dedico a todo esto... y a mucho más. Llega "El año en que murió Freddie" mi primer libro de la mano de Domiduca Libreros. ¡No te quedes sin él"
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