La iglesia de Auvers-sur-Oise Tengo que confesar que durante mi infancia las obras de la mayoría de los pintores a los que hoy admiro no me llamaban demasiado la atención, a excepción de Eduard Munch y "El Grito", un cuadro que siempre me causó gran impacto. En algún momento de mi infancia, cuando comenzaba a pintar algunas cosillas sin más pretensión que entretenerme un rato, asistí estupefacto a algunas preguntas sobre arte que me dejaron sin respuesta, algo así como "¿prefieres hacer cuadros cubistas o realistas?" Con el tiempo me fui asentando como persona, mis ideas se fueron aclarando y comencé a conocer a gente como Picasso o Van Gogh, entre muchos otros. Comprendí lo que era el cubismo, y me fascinó descubrir la complejidad que tenía intentar realizar una obra en este estilo, algo que siempre me obsesionó y me martirizó en similar proporción. Del mismo modo en que conocí a Picasso, descubrí la obra de Vincent Van Gogh. Si mi memoria no me falla, y no suele hacerlo en estas cuestiones, el primer cuadro de Vincent que verdaderamente me impactó fue "La iglesia de Auvers-sur-Oise." Sus tonos azulados, oscuros, profundos, su pincelada caótica y desasosegante, la sensación de angustia que transmite... me hicieron sentir agobiado, intrigado por saber qué había dentro de la mente de un pintor que hubiese pintado semejante cuadro. Aún tardaría un tiempo en descubrir las vicisitudes que llevaron a Vincent hasta la realización de este cuadro. Cuenta Ingo F. Walther en su magnífico estudio sobre el pintor (Ed. Taschen, 2007) que Vincent llegó hasta Auvers en mayo de 1890 después de unos últimos meses intensos, demasiado para su atormentada mente. No pudo soportar los acontecimientos que lo habían rodeado durante ese tiempo y retornó a sus oscuros días dementes, de angustia mortal, terror, alucinaciones e ira. Ramas de Almendro en flor A finales del mes de febrero de 1890, Vincent había pintado "Ramas de almendro en flor", una obra que refleja la influencia en Vincent de las estampas japonesas que "Père" Tanguy proporcionaba a los impresionistas en París. La obra tiene una gama cromática de azules intensos, profundos, y blancos relajados, luminosos, y fue realizada con una minuciosidad y paciencia poco frecuente en Van Gogh, como regalo de nacimiento a su sobrino Vincent, hijo de su querido hermano Theo. En una carta a su madre, el propio Vincent dijo: "Me he puesto en seguida a hacer un cuadro para él, una tela para colgar en su dormitorio, con unas gruesas ramas de almendro blanco sobre un fondo de cielo azul." Un mes después, en una carta a su hermano Theo, el pintor habla sobre el cuadro: "el trabajo va bien y la tela es quizá la que más pacientemente y mejor he hecho, pintada con calma y un toque de seguridad." (Victoria Soto; Ed. Libsa, 2004). El cielo es el más intenso que pintó jamás, e hizo gala de una paciencia y un dominio de su arte poco acostumbrados en él, hasta tal punto que mientras pintaba esta obra, la última que realizó durante su estancia en Saint-Rémy, enfermó. El viñedo rojo Aquello solo fue el comienzo. En enero de 1890 apareció en una revista de arte, por primera vez, un artículo dedicado a Vincent. En París se inauguró una exposición de arte del grupo de Bruselas "Les XX", en la que el pintor presentó algunas obras. Al mismo tiempo se estaba preparando una exposición de los "Independientes" para marzo que contaba con la participación de Vincent. También llegó a sus oídos la noticia de que Anna Boch, hermana del poeta Eugène Boch, había comprado en Bruselas el cuadro de Vincent "El viñedo rojo", por 400 francos. Durante casi toda mi adolescencia y juventud creí que aquella había sido su única venta en vida, pero descubrí que, poco después, la misma Anna Boch adquirió en la Galería Parisién Tanguy el cuadro "Melocotoneros en flor", por 350 francos, aunque no he podido saber con certeza en las obras que he podido consultar si esta segunda venta se produjo estando Vincent aún vivo. Todo aquello fue demasiado para Vincent, quien enfermó, llegando hasta Auvers-sur-Oise aconsejado por su amigo Camille Pisarro para ser tratado por el doctor Gachet. La pintura le hace olvidar su enfermedad durante el tiempo que permanece en Auvers. Es su terapia y su vida. Fueron setenta días durante los cuales pintó como un poseso más de ochenta cuadros, algunos de ellos forman parte de sus obras maestras, como "La iglesia de Auvers" antes comentada. Vincent pintó aquella iglesia, como había hecho tantas veces en su vida con temas religiosos, tal vez, rememorando su pasado como estudiante de teología. "Joven aldeana", "retrato del Dr. Gachet", "calle en Auvers", "casas de aldeanos en Chanponval", pero sobre todo, "campo de trigo con cuervos volando", cuadro que refleja el estado de su turbulenta mente, su tristeza, su soledad. Campo de trigo con cuervos volando Una carta inconclusa del 27 de julio a su hermano Theo suena a despedida: "Hay muchas cosas sobre las que quisiera escribirte, pero creo que es inútil... por mi trabajo arriesgo mi vida y mi razón, destruida a medias en este empeño... te vuelvo a decir que siempre te consideraré mucho más que un simple comerciante de arte..." Tumbas de Vincent y Theo, en Auvers-sur-Oise La tarde del 27 de julio de 1890, con la caída de la noche, Vincent marchó al campo y se disparó en el pecho. En un estado precario y con grandes dificultades llegó hasta la pensión donde se alojaba. El matrimonio Ravoux, los regentes de la pensión, descubren que sufre terribles dolores y avisan al doctor Gachet, quien le pone una venda y llama a Theo. Vincent pasa el día siguiente sentado en la cama, fumando su pipa. El día 29, por la noche, Vincent muere en brazos de su hermano Theo, quien había acudido rápidamente al recibir el mensaje del doctor Gachet. El día 30 es enterrado en el cementerio de Auvers. Theo, Gachet y algunos amigos de París, como Bernard y "Père" Tanguy acuden a su entierro. Apenas siete meses más tarde Theo muere en Utrecht. En 1914 su viuda hace exhumar sus cenizas para trasladarlas a Auvers, junto a la tumba de su hermano. Cuenta Ingo F. Walther en su magnífica obra sobre el pintor que Vincent reflejó en su obra plenitud y soledad, anhelo y desesperación, amor y desasosiego, dedicación y escapismo, armonía e inquietud, proximidad y lejanía, perpetuidad y transitoriedad... Nunca pudo ocultar su bipolaridad. Quiso, con su arte, consolar a los demás, siendo él la persona que más consuelo habría necesitado.
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Juan NepomucenoArte digital, pintura e ilustración, diseño gráfico, murales... Me dedico a todo esto... y a mucho más. Llega "El año en que murió Freddie" mi primer libro de la mano de Domiduca Libreros. ¡No te quedes sin él"
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