Voy buscando un lugar
Resulta difícil hacerse a la idea de que hace tan solo trece o catorce años no siempre estábamos conectados a internet. La mayoría no contábamos con un smartphone que nos permitiera conocer las noticias o rumores que surgían en el mundo al instante. No vivíamos la vida en directo, y si había algún bombazo, para conocerlo necesitabas encender la tele, la radio, o el ordenador para conectarte a la red. Este pensamiento me hace sentirme como un dinosaurio. Pero no había ansiedad por ello, era la vida que habíamos vivido siempre, y solo entonces estaba comenzando a cambiar.
Un rumor insistente e ilusionante había germinado como una tímida plantita ya a finales del año 2006. En redes, en los foros de internet, que eran las ágoras de aquella época de nuestras vidas, pero había corrido como corrían los rumores entonces. A casi todos nos llegó de la misma manera. Un amigo o una amiga tenían un colega que a su vez tenía un conocido en Zaragoza que había oído decir a otro colega que "ellos" se habían reconciliado. Quizás tengo el recuerdo romántico de que en aquella época precedente a la explosión de la "vida conectada en todo momento" éramos más críticos con la información que nos llegaba. Los rumores eran como una suerte de gato de Schrödinger, verdad y no verdad al mismo tiempo. En parte los creías porque era bonito hacerse ilusiones, pero como casi ninguno llegaba a hacerse realidad, vivíamos con la consciente convicción de ese escepticismo que tanta falta nos haría hoy en día como sociedad para luchar contra las fake news. Era difícil creer que ellos, los Héroes del Silencio, realmente hubieran firmado la paz.
Pero los rumores fueron creciendo y llegaban como un persistente bombardeo. Ya en enero de 2007, llegué a escuchar incluso que alguien (no recuerdo quién) se había presentado en casa de Juan Valdivia para preguntarle personalmente, encontrando como respuesta que estaban reuniéndose en un local de ensayo, preparando algo grande... Probablemente quien urdió aquella historia había exagerado en varios puntos de la misma. O sin lugar a dudas, había ido aumentando de entidad al pasar de boca en boca. No terminábamos de creerla, pero vivíamos con la sospecha de que cuando había tantos rumores era porque algo estaba sucediendo... Y el 14 de febrero, el día de los enamorados, los cuatro Héroes del Silencio aparecieron juntos en un vídeo colgado en su web. Habían decidido reunirse para hacer una gira (mundial) de celebración de su 20º aniversario, con un solo concierto en España.
Pocos días después se pusieron a la venta las entradas para ese único concierto. Sería en La Romareda de Zaragoza, su tierra, el día 12 de octubre, su fiesta grande. Poca broma. Pero demasiadas pocas entradas para tanta gente deseosa de volver a ver a uno de los grupos más míticos y venerados del hard rock español. El día de Andalucía, fue mi hermana Ana, auténtico motor de vida, quien fue a Granada con la ilusión de conseguir entradas para un reducido grupo de allegados. Después de pasar toda la noche haciendo cola (junto a Nadia y Mariola) solo consiguió dos, y volvió deprimida y derrotada... Pero solo unos días después, encontró la manera de conseguirlas, ¡la venta telefónica! La vida sin internet era más difícil, pero sin lugar a duda la recompensa emocional al conseguir algo tan ansiado era mayor. ¡Lo consiguió! Ella lo puede todo.
Dado que no había gran bullicio, mantuve una interesante y animada charla con el camarero, un chico más joven que yo que llevaba poco tiempo viviendo y trabajando en Zaragoza. Mientras hablábamos, observaba de soslayo el entorno. Un muchacho se acercó a la recepción para hacer el chequeo de la habitación. Un señor mayor, posiblemente su padre, se unió a él e intercambiaron unas breves palabras. Dejándolo mientras hacía los trámites, se acercó a la cafetería, de la que le separaban apenas una decena de metros, y se sentó en la barra guardando dos o tres taburetes de distancia con respecto al lugar donde me hallaba sentado. El camarero abandonó nuestra conversación para atenderle. "Una ensalada y una coca cola." Las cogió y se apartó hasta una mesita para comer tranquilamente. Cuando el camarero volvió para continuar la conversación conmigo, le dije: "Hay que ver lo que se parece ese hombre a Aute".
Dudé de lo que mis ojos habían visto. Seguramente sería un señor que se parecía. No podía tener tan cerca al autor de "Al Alba", "Slowly" o "La Belleza". Al hombre que había firmado álbumes como "Paseo por el amor y el deseo" o "Cuerpo a Cuerpo", discos a los que había dado un millón de vueltas durante los años en que había estado enfermo y aislado en casa. Él había sido uno de mis compositores favoritos, parte de la Santísima Trinidad de la Transición patria a la que tanto había adorado (Serrat, Sabina y Aute, y no necesariamente por este orden). No solo de rock vive el hombre. Pero no era capaz de reunir el valor necesario para acercarme y preguntarle. Estaba seguro de que no podía estar en lo cierto. Y a la vez dudaba de lo que estaba seguro. "Que Dios me bendiga", diría Bruce Springsteen. Era un chico de veintipocos años, no tímido, pero con cierto temor al mundo. No obstante, había pasado media vida encerrado en casa intentando vencer a la leucemia, y hacía poco tiempo que podía salir a descubrir el mundo real. Era una persona sin terminar.
Dejé la cafetería y di una vuelta por el interior y los alrededores del hotel, intentando espantar mis dudas y no martirizarme demasiado por la oportunidad que había dejado escapar, o quizás no. Entonces, lo vi de nuevo, parado de pie en la puerta del hotel, fumando un cigarro, hablando con un par de personas y... firmando un autógrafo. No había dudas, era Luis Eduardo Aute. En mi difícil vida había tenido valor para otras cosas más difíciles, pero la de acercarme a una persona admirada y atreverme a hablarle no había sido una de ellas. Tampoco había tenido ocasión. Había leído mucho, y había escuchado también que a veces hay ídolos que más vale la pena no conocer. Todo lo grandioso que tienen en su arte o su desempeño, ya sea literatura, interpretación, talento musical, deportivo, etc, lo tienen de ruines en su trato con los fans. Tal vez tenía miedo de aquello... Pero reuní el valor suficiente para acercarme a él, esperar unos segundos a que terminara la conversación que estaba teniendo y hablarle al fin.
1 Comentario
Laura
9/4/2020 22:00:14
Te da bien esto de escribir, entre tantas otras cosas. Precioso como nos compartes este recuerdo. XO
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Juan NepomucenoArte digital, pintura e ilustración, diseño gráfico, murales... Me dedico a todo esto... y a mucho más. Llega "El año en que murió Freddie" mi primer libro de la mano de Domiduca Libreros. ¡No te quedes sin él"
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