Nunca he sido un gran amante de las efemérides, y menos aún de los aniversarios y celebraciones de la naturaleza que sean. Quizás es que no me gusta demasiado pensar en cómo sucedieron las cosas en años anteriores, y debido a esa mirada retrospectiva comparar el pasado con el presente descubriendo cómo he cambiado (o no he cambiado). Pero para casi todo en esta vida hay excepciones, y en mi caso sucede cada 29 de septiembre desde hace 18 años. Hoy puedo decir que cumplo orgullosamente la "mayoría de edad" tras mi renacimiento. Aquel hecho partió mi vida en dos mitades difícilmente reconciliables casi desde el primer momento, y es que siempre fueron muy diferentes. Lo que quedó atrás poco a poco se fue convirtiendo en irrecuperable, y lo que vino por delante pareció durante muchos años más irreal que certero. Ni siquiera me podía imaginar que algún día llegaría a cumplir 18 años después de aquel día... y, sin embargo, aquí sigo. Son 18 años ya, 18 "cumplevidas", 18 aniversarios de mi renacimiento, de mi trasplante de médula, y son ya unos cuantos escribiendo en este blog sobre las impresiones que me va dejando cada año nuevo cuando miro hacia atrás y reviso el camino andado. A estas alturas me va resultando difícil aportar algo que no haya comentado ya. Este año me gustaría no extenderme demasiado, no escribiré sobre los miedos que se tienen cuando recorres un camino como el que a mí me tocó transitar y cómo armarte de valor para seguir luchando y mirando hacia adelante, ni tampoco intentaré trasmitiros mi ilusión al descubrir cómo han evolucionado y mejorado los tratamientos contra la leucemia a lo largo de todo este tiempo. Esto ya lo he hecho en otras ocasiones. Hoy me voy a centrar en algo más cercano, algo que está al alcance de cualquiera que lea estas líneas. Ha habido algo diferente en este año. A principios de este verano, por primera vez desde que mi difícil camino comenzó, me decidí a participar en un evento especial. Si no lo había hecho antes más bien había sido por recelo, y es que a veces nos invade una especie de temor egoísta a quienes atravesamos situaciones complicadas como la que me tocó vivir (complicadas tanto de sentir como de explicar y hacer entender a quienes no viven algo similar en su propio cuerpo). Corremos el riesgo de que se apodere de nosotros una cierta sensación de negación de lo sucedido, una especie de "lo he superado, si cierro los ojos y me olvido de todo no sufriré más; será algo que no ha estado ahí..." Pero en la práctica las cosas no suceden así. El sufrimiento es tuyo, el pasado no te abandona. No puedes permitir que te lastre, pero debes aprender a hacerte fuerte reconstruyéndote sobre lo sucedido. En el mes de junio pasado participé como voluntario para la Fundación Carreras en la Semana contra la leucemia. Me convencí de que debía hacerlo, lo convertí en una convicción moral para mí, principalmente porque siento que no deseo que personas que hoy se enfrentan a una leucemia sufran los mismos problemas a los que me enfrenté en su momento. A estas alturas de mi vida deseo aportar aquello de mi experiencia que pueda servir para hacer más llevadera la lucha a quienes hoy se han de enfrentar a este monstruo. Resultó muy grato repartir los folletos con mi historia y comentar a la gente que los recogía algunos aspectos de lo sucedido. La mía es una historia complicada de condensar en unas pocas líneas o en un par de minutos de conversación, pero aún así intenté hacerlo lo mejor que pude. Por desgracia, hoy en día la mayoría de la gente conoce alguien cercano, un amigo, familiar o un conocido que ha sufrido o padece algún tipo de cáncer. Pero, a pesar de todo, resulta gratificante ver cómo gente que no conoces escucha tu historia, se siente identificada, empatiza con quienes luchamos contra esto y se siente atraída por ayudar en esta causa. Pero tampoco quiero convertirme en un pesado, no quiero atosigaros con mensajes para que aportéis dinero ni nada por el estilo. No quiero parecer un comercial de la fundación anti-leucemia. Es un camino que debéis elegir libremente. Solo os puedo decir que la donación de médula es segura, no tiene secuelas para el donante, y deben existir pocas cosas más satisfactorias que el saber que un gesto sencillo puede salvar la vida a otra persona que no ha tenido tanta suerte como quien dona una pequeña parte de su vida (y ojo, donar no es perder; donar no te quita vida, sino que hace que otro pueda vivir más).
Este año ha tenido experiencias hermosas, y deseo poder seguir aportando mi humilde granito de arena en el futuro. Si queréis saber algo más sobre el tema, no dudéis en contactar con la Fundación Carreras (pinchad aquí). También sabéis dónde y cómo contactar conmigo. Salud y ¡viva la vida!
2 Comentarios
Juani Díaz López
1/6/2016 00:43:14
Me ha conmocionado tu historia. La había oido por otros. Pero leerla por ti, el doliente, impresiona. Eres un gran guerrero de la vida.
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1/6/2016 01:45:26
Muchas gracias por tus palabras, Juani. Son un acicate para seguir contando esa parte de la vida que uno conoce muy bien, ayudando en todo lo que pueda. Mil gracias.
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Juan NepomucenoArte digital, pintura e ilustración, diseño gráfico, murales... Me dedico a todo esto... y a mucho más. La estantería
Enero 2021
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"Deja de pensar, deja que todo fluya, siéntate al sol y disfruta de la vida."
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