Un soleado 20 de marzo, como el de hoy, pero de hace dos años inauguré este rinconcito de internet en el que poco a poco he ido mostrando parte de mis trabajos y de mis ideas y reflexiones (casi siento la necesidad de pedir disculpas por daros la brasa con estas últimas). No hay mucho más que pueda decir de lo que he ya he escrito en este blog a lo largo de estos dos años, pero nunca está de más recordarlo de vez en cuando, aunque sea con motivo de un aniversario y a pesar de que no sea muy dado a tales celebraciones. Es un reto personal mantener esto en funcionamiento, y a veces no tengo el tiempo suficiente para actualizarlo con la frecuencia que desearía, pero sé que me lo perdonáis. Muchas gracias a todos y todas los que me seguís con cierta fidelidad, y también a los visitantes ocasionales. Para "celebrar" mi particular aniversario cibernético, he incluido una nueva sección que podréis ver, como siempre, en el apartado de novedades. Se trata de una serie de caligramas que deseo ir ampliando poco a poco. Estad atentos a la web, pues en las próximas semanas iré anunciando más novedades.
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Este año, como cada año desde hace ya unos cuantos, con la llegada de la primavera vuelven a repetirse tradiciones que poco a poco comienzan a arraigarse entre nosotros. Veinte Semanas Santas se van a cumplir con la de este año contando con la presencia de los Radicales del Bombo en las calles galdurienses durante la "madrugá" del Jueves al Viernes Santo, y qué queréis que os diga de ellos que no os haya dicho años atrás... Que son el punto sobrio y solemne de la Semana Santa galduriense. Que resulta sobrecogedor verlos desfilar descalzos a las tres de la madrugada, como hicieron en el pasacalles previo a la procesión del año 2012 (no puedo creer que no haya vídeos en youtube, la copiosa lluvia que caía lo hizo impresionante), y cualquier cosa más que os diga no sería nueva, me estaría repitiendo... Son ya cinco años los que se cumplen desde mi primera colaboración con los Radicales del Bombo, con aquel cartel de debut pintado con acuarela allá por el año 2008... Resulta curioso observar cómo mi forma de trabajar ha evolucionado repasando estos seis carteles, yendo desde la acuarela hasta la tableta digitalizadora, y por supuesto es muy entrañable recordar las historias que rodearon la realización de cada uno ellos y lo que sucedió después... Es inevitable que brote alguna que otra sonrisa. El cartel de 2013 está pensado para celebrar la vigésima salida procesional de los Radicales del Bombo, y qué mejor forma de hacerlo que plasmando su signo de identidad más reconocible y significativo: "la R de los Radicales", el logotipo que representa el corazón y el alma de la banda. Con las ideas y las aportaciones de todos, hemos intentado que el cartel fuese lo más sobrio posible, que reflejase la seriedad y la solemnidad que la banda transmite en sus estaciones de penitencia cada año. Y creo que, por la parte que me toca como diseñador del mismo, lo hemos conseguido. Os he dejado la miniatura sobre estas líneas, pero no os conforméis con verla así. Salid a la calle en Semana Santa y buscad el cartel en escaparates y paredes, pues vais a ver que esta pequeña versión web no hace justicia a su acabado final. Y para concluir, os dejo una pequeña galería de imágenes con los carteles de los seis últimos años. Espero que el repaso a esta colaboración con los Radicales del Bombo os proporcione un buen rato. Un saludo, gente. Tengo muchas cosas que la gente que me conoce desconoce. Tengo muchos recuerdos guardados que (casi) nunca he contado. Los tengo almacenados como si fuesen papeles viejos que ya no sirven pero que aún te resistes a tirar, y sobreviven limpieza tras limpieza y mudanza tras mudanza en una vieja caja de cartón, o en varias en mi caso, pues son muchos recuerdos, y esas cajas permanecen apiladas en algún rincón de un trastero ocultas a la vista de cualquiera por muchas otras cosas. Tengo por ahí algunos cuadernos en los que hace tiempo anotaba algunos pensamientos, algunas ideas que me parecían curiosas e interesantes y con cierta posibilidad de explotarlas con éxito en el futuro. Casi nunca pasaba de las tres o cuatro primeras páginas, siempre surgía algo que me distraía, y terminaba olvidando aquello que me había mantenido ocupado y entretenido durante algún tiempo. Esta página y este blog son, quizás, la actividad creativa que he conservado durante más tiempo (a estas alturas, un año y medio). Tengo un montón de sueños que se han repetido desde hace mucho tiempo. A veces soñaba con unas escaleras oscuras por las que subía, sin ver nada, pero conociendo el camino como si lo hubiese recorrido mil veces. Al llegar arriba, empujaba una puerta y tras ella encontraba la luz que rompía mi oscuridad. Siempre volvía al mismo lugar. En otras ocasiones soñaba con perros viejos y mugrientos que me seguían a unos pocos pasos de distancia mientras caminaba, que se detenían cuando me detenía y reiniciaban el paso cuando comenzaba a caminar de nuevo, infatigables al desaliento. A veces, esos perros se plantaban frente a mí y hablaban, diciéndome cosas que no deseaba escuchar. A veces he soñado con un tren que se marchaba sin mí, y a pesar de ver cómo partía una vez tras otra, nunca he podido subir. Muchas noches ni siquiera he podido soñar, y me he mantenido insomne durante horas. Otras noches he dormido durante más horas de las que deseaba, sin llegar a soñar. También tengo grabada en el recuerdo una imagen que no me abandona, una calle, unas baldosas que brillaban anaranjadas por el reflejo de las farolas, la copa de un pino asomando tras los tejados... y todo con unos barrotes delante. Tengo un montón de cosas inservibles. Tengo doscientos discos de música, algunos de los cuales hace tanto tiempo que no escucho que ni siquiera recuerdo qué canciones los llenan, y otros de los cuales he escuchado tantas veces que están rallados. La mayoría de las canciones que hay en esos discos ni siquiera las entiendo. Tengo varias estanterías llenas de libros, muchos de los cuales no tengo la intención de leer. Colocado entre todos esos libros tengo un guante (GLOVE) de los Beatles de la película The Yellow Submarine con la palabra amor (LOVE). De vez en cuando lo cambio de posición, pero nunca sé hacia dónde apunta. Tengo apuntados algunos números de teléfono a los que, quizás, nunca voy a llamar. Tengo en la mente personas a las que nunca voy a volver a ver. Tengo una gorra negra de quince años, avejentada y agrietada, que aún guardo en el fondo del armario. Tengo unas zapatillas Nike blancas que se me quedaron pequeñas hace también quince años, y una camiseta roja que también llevo quince años sin ponerme. Aunque no todo es malo, a fin de cuentas, tengo quince años. Son quince años y un día más de los que pensé que iba a tener hace quince años y un día. Es un motivo para que cunda la alegría, creo. Antes siquiera de comenzar a escribir, temo que lo único positivo de este post pueda ser el título. Quedando esto claro de antemano, voy a tratar de hilar una serie de pensamientos no necesariamente relacionados, y plasmarlos aquí. Por algún motivo lo hago, es cierto, y no es otro más que el estado de abandono en el que se encuentra este rinconcito. Hace tiempo que quería escribir algo, pero entre unas cosas y otras, lo he ido dejando. Será debido a mi carácter procrastinador.
Voy a lanzar una serie de reflexiones que tal vez no debieran ser escritas ni leídas. Me pregunto si quizás es cierto que a medida que los seres humanos vamos construyendo una realidad sólida en nuestras vidas, a medida que vamos teniendo "algo" que defender nos volvemos conservadores. Será instinto de conservación. Y quizás también sea cierto que otros seres humanos con poco a lo que aferrarse, con nada que conservar en sus vidas, no teman aventurarse, pues no tienen nada que arriesgar en el intento. También podría considerar el término medio entre ambos extremos, aquellos seres humanos que tienen un "poco de algo" en sus vidas, ni demasiado para volverse acérrimos conservadores ni tan poco como para atreverse a aventurarse... (divago...) Tengo muy claro en qué grupo me hallo. Ya lo cantó Bob Dylan, "when you got nothing, you got nothing to lose". Será eso. El hecho de que, posiblemente, nadie lea estas líneas es otro de los posibles motivos por los que últimamente había tenido esto un poco abandonado. Sigo pensando que no debieran ser escritas por la falta de necesidad real de expresar ciertos pensamientos, y no debieran ser leídas por carecer de interés dichos pensamientos. Será mi carácter cobarde el que me hace pensar así. Por cierto, hace unos días se cumplió un año desde que decidí abrir esta ventana. No está mal, no pensé durar tanto. Aunque las cosas han cambiado bien poco. Reflexiones al cumplir catorce años.
Seguro que el tiempo pasa muy deprisa. O despacio, según se mire. Transcurre rápidamente cuando más deseamos disfrutar de él, y avanza lento cuando deseamos que vuele, como si quisiera recrearse con nuestro sufrimiento. O al menos esto he llegado a creer durante los últimos catorce años. Nada es tan terrible como nos pueda parecer en un primer momento, ni tan bueno. Solo hay que saber esperar (dejar que el tiempo fluya) hasta poder alcanzar la perspectiva necesaria para poder apreciar la importancia que tiene cada momento. Tampoco hay muchos problemas que carezcan de solución. En realidad, en estos últimos catorce años he llegado a creer que tan solo existen uno o dos problemas que carecen de solución. El resto, pueden solventarse de alguna u otra manera, con más o menos daño, pero solucionados a fin de cuentas. O al menos esto he llegado a creer durante los últimos catorce años. Casi nunca se puede conseguir lo que se desea, y si se consigue, es con ciertas condiciones restrictivas, o, en cualquier caso, no es lo que realmente se desea, aunque así se piense en un primer momento. O al menos esto he llegado a creer durante los últimos catorce años. En alguna batallas nos agarramos a un clavo ardiendo para seguir en lid, somos capaces de sacrificar cualquier cosa, de pagar cualquier precio, con el único objetivo de sobrevivir... Y no siempre vale la pena sacrificar más de la cuenta. A veces el precio a pagar es excesivo para el beneficio que se obtiene. A veces, o al menos esto he llegado a creer durante los últimos catorce años. Un consejo, después de la batalla, no te preguntes jamás si valió la pena tal sacrificio. Aunque lo sabes, no eres consciente de ello. En realidad no deseas saber la respuesta. |
Juan NepomucenoArte digital, pintura e ilustración, diseño gráfico, murales... Me dedico a todo esto... y a mucho más. Llega "El año en que murió Freddie" mi primer libro de la mano de Domiduca Libreros. ¡No te quedes sin él"
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